“Luna y las Cosas del Giro”
27 grandes vueltas en 14 años de profesional dan para muchas anécdotas. El Giro de Italia es una carrera muy especial por todo su envoltorio, por la gran afición al ciclismo, porque Italia es un país muy particular y porque el Giro de Italia es el centro de atención de toda Italia, igualando ese mes en seguimiento al deporte rey “il calcio” (el fútbol).
No os voy a descubrir nada, deportivamente hablando, que no hayáis visto o leído sobre el Giro, solo deciros que para mi, que he corrido siete, es la carrera más bonita de las tres grandes por mil detalles que rodean a la Corsa Rosa que darían para llenar muchas páginas. Me quedo con detalles de cómo llueven pétalos de flores al paso del pelotón por las poblaciones, detalles de pararse el pelotón delante de alguna fábrica de helados para degustar sus productos, detalles de sentir un apoyo incondicional del público a su “Carrera Rosa” y a todos los participantes.
De la historia que os voy a contar se podría escribir una novela, antes de escribirlo me lo he pensado varias veces, pero creo que es una historia curiosa y simpática, vista con la perspectiva del tiempo, aunque no tanto cuando sucedía ya hace unos cuantos años.
En 1990 corría con el equipo de la ONCE mi quinto Giro, no lo hacía desde hacía ya seis años con el equipo Zor-Gemeaz, equipo con el que hice los cuatro anteriores en 1981,1982, 1983 y 1984.
La historia se perfila, cuando a mitad del Giro, un día se acerca por la zona de salida Luna: una chica aficionada al ciclismo de 1,80 m de estatura con el pelo hasta la cintura, de esplendidos y bellos atributos femeninos y con un tipo espectacular que no pasaba desapercibida. Después de las presentaciones y los besos de rigor me da su tarjeta y me dice que si vuelvo por Italia me pase por Bologna a saludarla, muy bonito todo hasta aquí, nunca me había pasado una cosa igual, ¿habría gato encerrado? El caso es que su voz no concordaba con su feminidad, mis sospechas se confirmaron resultó que era travesti que le gustaba el ciclismo. Fue una anécdota graciosa y ahí quedó la cosa como otra historia más de las muchas que nos rodean que dieron pie a las risas y comentarios post etapa en la cena del equipo.
Luna era muy aficionada al ciclismo y asistía a las carreras ciclistas era una gran admiradora del ciclismo y de los ciclistas que le fascinaban en el plano deportivo y por lo que pude comprobar también en el extradeportivo.
Después de aquel día volví a verla un par de etapas más, se acercaba a ver las etapas que le venían mejor. Cuando tuvo más confianza, un día llegó a decirme que le gustábamos mucho Fede Etxabe y yo, por eso de ser altos, morenos y delgaditos. Yo me reí y no le di mayor importancia. Acabó aquel Giro y además de mi triunfo de etapa en el Vesubio tenía una pequeña anécdota que contar.
En el Giro siempre había cosas divertidas, años atrás en mi primer Giro, se celebró un concurso en el día de descanso, era una gala donde elegían a la chica más guapa a Miss del Giro y otros títulos, como el del ciclista más simpático, con sorpresa fue mi primer premio en el Giro y no fue dando pedales precisamente. También entregaron un título, que es mejor no ganar, al más feo del Giro, aquel año 1981 se lo entregaron al repartidor del agua San Peregrino que iba en la caravana publicitaria asomado a una ventana en la parte trasera de un furgón repartiendo agua a todo el mundo, era pequeño y pelirrojo, iba todo el día al sol, estaba quemado a dos colores, la verdad que fue un justo vencedor.
Volviendo a la historia que os estoy contando, al año siguiente volví al Giro, hablamos del año 1991, el equipo de la ONCE acabábamos de ganar la Vuelta a España por equipos y la Clasificación General con Melchor Mauri.
Pasadas unas etapas apareció por la carrera Luna, ya ni tan siquiera me acordaba del año anterior, no había vuelto a tener contacto con ella, incluso pensé que no le volvería a ver, el caso es que me encontré de frente y me pareció correcto saludarle con un beso y tras el saludo de cortesía nos despedimos, me fui con el equipo a descansar tras la etapa sin darle mayor importancia al asunto, la verdad, es que me parecía un personaje simpático. Pero la cosa se empezó a enredar a partir de ese momento. Ahora me sonrío al recordarlo pero en los días posteriores comenzó una persecución en toda regla, Luna debió intuir que mi cariñoso saludo le daba pié a una posible relación y empezó su ofensiva.
Etapa tras etapa venía a verme a la salida y a la llegada, hasta tal punto de que, aquellos lances no pasaban desapercibidos para el entorno, ciclistas, auxiliares, directores y de los enviados de los medios de comunicación españoles que seguían el evento. Hasta tal punto que un día José Ramón de La Morena, enviado especial de la Cadena SER, me gastó una broma que no sé cómo catalogarla. Me cuenta que en un boletín informativo le ha hecho una entrevista en directo por teléfono desde la salida de la etapa a Luna y que había soltado una perla: “ha dicho en antena que estaba enamorada de ti y no he podido evitarlo” En ese mismo instante me cambió el semblante y le dije algo que no puedo reflejar aquí, pero os lo podéis imaginar.
En el pelotón ese día había 179 ciclistas y un zombi que solo iba pensando en lo qué dirían mis amigos, en qué diría mi familia, en cuántas explicaciones tendría que dar, en qué tenía que llamar urgentemente a mi mujer y contárselo antes de que se enterase por otras personas, mi cabeza no estaba en la carrera.
En el transcurso de la etapa mientras daba pedales me acercaba a los ciclistas con los que tenía más confianza y les iba preguntando sobre el asunto. Pregunté a Julián Gorospe, a Santos Hernández y a otros ciclistas españoles qué si era verdad lo de la entrevista y lo que había dicho Luna, todos me decían que si, todos estaban compinchados con De la Morena.
Nada más llegar al hotel llamé a casa y le pregunté a mi mujer que si había oído algo, se lo conté, ella se echó a reír a carcajadas. Si hubiese sido una chica otro gallo hubiera cantado, el caso era exótico y hacía gracia. Al final lo de la entrevista había sido una broma, no fue cierto, pero durante muchos días fui el protagonista del Giro por méritos extradeportivos y me gastaron muchas bromas.
Mientras sufría las bromas del entorno, todo el pelotón sabía “lo nuestro” Luna seguía en su intento desesperado de tener una relación conmigo. Pero mí actitud cambió después de la dichosa bromita, todo el mundo estaba pendiente de nosotros y ya no era gracioso era comprometido y embarazoso, me sentía perseguido. Luna seguía viniendo a verme a la salida todos los días, se hacía fotos conmigo, no se separaba de mí y llegué a huir, cuando le veía en las salidas en una zona, detrás de las vallas, esperando mí llegada yo me cambiaba de lado, no de acera, nunca mejor dicho.
Según pasaban los días y todo seguía igual, empecé a estar un poco preocupado por los sentimientos que pudiera tener Luna, ya me daba un poco de respeto la situación.
La última semana gané la etapa de alta montaña con final en la estación de esquí de Sestriere, aquello fue muy bonito para todos, también para Luna que era mi mejor tifossi.
Se acababa el Giro y ya no le quedaban muchas oportunidades a Luna de estar a solas conmigo y tomó la decisión de venir a verme, se presentó en el hotel con sus mejores armas de mujer: vestida con un conjunto de minifalda rojo de lo más sexy, el pelo rubio le caía por la cintura, muy bien pintada, muy guapa, con su figura explosiva. Javi, auxiliar del equipo, me anunció que estaba en recepción y que quería subir a verme, le dije que le dijese que no, pero fue tarde, ya estaba en la puerta de la habitación llamándome, con su característica voz, me llamaba por mi nombre: “Eduardo, Eduardo sono qui per vedere te, Eduardo …” le vi por el hueco que dejaba Javi que intentaba cerrarle el paso pero con su corpulencia, al final arrolló a Javi, se abrió paso hasta mi presencia intentando que me fuese con él, Santos Hernández que estaba conmigo, se metió debajo de las sábanas, no quiso saber nada, a mí me temblaba hasta el alma. Regañé a Luna, le grité que no quería verle más, que se fuese, fue todo como un sueño, demasiado rápido e imprevisto. Me quedé impresionado, no me esperaba que su atrevimiento pudiese llegar a tanto, por otro lado sus sentimientos me llegaron a preocupar por eso decidí ser brusco y cortar en seco.
Allí acabó esta pequeña historia sobre «las cosas del Giro” que ahora os puedo contar con cierta nostalgia y gesto sonriente pero que me hicieron vivir unos días de mucha intranquilidad.
Al cabo de unos meses en la revista Interviú apareció un reportaje sobre casos de acosos sexuales a personas famosas donde yo era el único hombre que aparecía en el reportaje.
¿A qué no os podíais imaginar que estas cosas pudiesen suceder en un Giro, verdad? Yo tampoco.
Eduardo Chozas