Eduardo Chozas: «Luis Ocaña fue mi musa, mi inspiración, porque podía con el monstruo, con Eddy Merckx»
Escrito por Guillermo Ortiz
Fotografía Begoña Rivas el 6 de febrero de 2023
Entrevista completa en sitio web de la revista Jot Down Sport
La historia de Eduardo Chozas es la historia del ciclismo (no solo) español durante más de una década. Desde su debut en 1980 en las filas del Zor de Javier Mínguez hasta su retirada en el Artiach (1993), este batallador, ganador de cuatro etapas en el Tour y de tres en el Giro cuando el Giro, en nuestro país, era una excentricidad, se midió a corredores legendarios como Roger de Vlaeminck, Sean Kelly, Bernard Hinault, Greg LeMond, Gianni Bugno, Claudio Chiappucci y un largo etcétera. Chozas fue uno de los miembros destacados de la generación «pop», la que pasó de un cierto anonimato a ver su cara en todas las chapas y protagonizar minutos y minutos de televisión. Su casa de Pozuelo, de hecho, es un auténtico museo de banderines, fotografías y recuerdos de una carrera gloriosa. Nunca ganó la general de una gran vuelta, pero nunca le hizo falta. Lo suyo era atacar de lejos y esperar al resto en meta. Lo que hicieran mientras le traía sin cuidado.
¿Recuerdas algún momento en la historia del ciclismo con tantos corredores tan completos como los actuales?
Pues yo creo que sí. Por ejemplo, Bernard Hinault. Un corredor muy fuerte, muy fuerte, muy dominador también durante varios años, ganador de cinco Tours de Francia, muy buen contrarrelojista, muy bien en las grandes vueltas. Y también incluso era rápido: llegó a ganar en los Campos Elíseos al sprint y alguna clásica como la Lieja, creo recordar, con una nevada tremenda. A él le pondría como muy completo. Luego, evidentemente clasicómanos y muy buenos corredores los ha habido en todas las épocas. Eddy Merckx sería otro ejemplo, el más completo de todos, quizá.
Me refería más bien a la variedad en un mismo momento, que haya tanta gente que pueda hacer cosas distintas, como un Evenepoel, que te gana una Vuelta, pero a la vez te gana un Campeonato del Mundo, y a la vez un Pogacar, que gana dos Tours y está a punto de ganar en Flandes.
Ah, claro, tanta gente a la vez, como estás comentando, no. Recordamos casos de un corredor muy completo que casi lo ganaba todo, como era Eddy Merckx en la década de los 70. Entonces, no tenía muchos rivales en las grandes vueltas, más allá de algún caso excepcional como Luis Ocaña, que le pudo batir en un Tour que luego no ganó, el del 71. Ocaña fue mi musa, mi inspiración, por eso lo recuerdo muy bien: porque podía con el monstruo, con el gran dominador.
Tú tenías once añitos
Sí, era cuando empezaba a competir. Por entonces, él era mi referencia junto al «Tarangu» [José Manuel Fuente]. Pero sí que es verdad que ahora hay corredores muy completos como Vingegaard o Pogacar, que disputan los Tour de Francia y están un peldaño por encima de los demás. Hay corredores como Van Aert, que a mí me gusta mucho, porque es capaz también de subir bien la alta montaña. Hemos visto que lo ha hecho bien trabajando para Roglic y Vingegaard. Él tiene un rol en el equipo, un poquito de hacer su Tour o su Vuelta, haciendo de todo, gestionando todo lo que tiene dentro, como es su rapidez, como es su saber rodar en contrarreloj, como es romper una carrera en un repecho y saber ganar un sprint. Creo que es un disfrute verlo.
Era increíble el terror que imponía en el pasado Tour.
Sí, ya lo he dicho alguna vez, que es el que más me ha gustado de este Tour de Francia por la forma de competir que ha tenido, porque lo que hicieron en el Tour de Francia, él y su equipo, fue tremendo, que ya habían hecho una exhibición parecida en la París-Niza… Eso de reventar una etapa poniendo al equipo a tope, irse solo en un repecho y ganar lo hicieron en París-Niza, lo hicieron en la Dauphiné y lo hicieron en el Tour. Aparte, en el Tour, lo que ha hecho Van Aert es ganar, ir escapado, ser muy, muy activo, muy ambicioso… Me ha hecho disfrutar mucho, porque los que disputan el Tour van medio Tour a rueda y, cuando llegan sus etapas, aparecen en los momentos más difíciles, donde hay que resolver la etapa. Vingegaard prácticamente resolvió el Tour en el Granon y luego fue manteniendo esa ventaja que consiguió sobre Pogacar, que lo intentó… pero lo de Van Aert es otra historia, compite a corazón abierto, no se reserva mucho.
¿Qué te parece que en España nos hayamos aficionado por fin a las clásicas?
Pues es verdad que las clásicas en España no eran tan seguidas como fuera. En Países Bajos, Bélgica, Francia o Italia siempre han sido muy de clásicas, tanto los aficionados como los corredores y los equipos. Sin embargo, la tradición española siempre ha sido de grandes vueltas y de escaladores. Ese ciclismo, afortunadamente, ha cambiado cuando en televisión hemos podido ver todas las clásicas y hemos visto que, por definición, en una clásica no se guarda nada para el día siguiente porque es imposible. La carrera se acaba y hay muchas formas de intentar ganar. Algunos intentan llegar al sprint, pero la mayoría del pelotón nunca quiere un sprint y no se amarra nada, ningún resultado, porque no hay nada conseguido del día anterior, como pasa en una vuelta. Por lo tanto, es el esquema perfecto para disfrutar de una gran carrera. Una clásica siempre va a ser algo muy atractivo para el público. Se ha descubierto gracias a la televisión y ahí ha sido muy importante el papel de Eurosport, porque lo lleva dando todo ya desde hace muchos años y ahora cada vez más.
La gente ahora no es que hable del Lombardía, es que te habla de los Tres Valles Varesinos…
Claro. En Italia, por ejemplo, toda esa época de clásicas es histórica, es decir, en vez de hacerlas en primavera, que son más que nada en Bélgica, Holanda y demás, pues ellos las trasladan a los meses más cercanos al Mundial, en pleno verano o ya en otoño, pero después del Tour. Enganchan varias clásicas consecutivas que vienen muy bien para la preparación y para que los corredores italianos (aquí te hablo ya de mi época, no de ahora) aprendan a ganar carreras, porque al final hay que intentar ganar, es lo que cuenta: en un día no puedes ir a rueda, reservarte, hacer un buen puesto… porque el buen puesto también vale algo, pero no estás luchando por ninguna general ni por ninguna clasificación.
Hablando de grandes vueltas, España lleva desde el Giro de Contador, creo que de 2015, sin ganar una gran vuelta. Desde que la Vuelta a España se celebra anualmente no había pasado nunca. ¿Qué crees que está pasando en el ciclismo español para que haya una crisis de este tipo? ¿O es que a lo mejor el nivel ha subido en los demás países?
Yo creo que todos estos son cambios generacionales. Es decir, se nos marcha un Valverde, que nos ha dado no una sino dos décadas prodigiosas,y ahora están empezando corredores muy jóvenes como Juan Ayuso, que les falta un poquito para ir progresando y tener opción aún a ganaren una gran vuelta. En los años 70, pasó algo parecido, que también costaba mucho ganar una gran vuelta. Para los españoles, no siempre ha sido fácil. Yo creo que después ha parecido muy fácil, con Miguel Induráin, pero antes, aparte de Pedro Delgado o Luis Ocaña, no lo era tanto. A partir de ahí, hemos tenido una gran generación de corredores en los últimos casi veinte años, comenzando por Alberto Contador, sobre todo, que ha sido un grandísimo especialista en grandes vueltas y siguiendo por un montón de muy buenos corredores. Y ahora estamos en esa transición a otra generación nueva. Estamos empezando de nuevo.
Está ahí Enric Mas, que es joven, y sobre todo Carlos Rodríguez y Juan Ayuso, al que citabas, pero ¿no echas de menos algo de clase media, como David Etxeberría o tú en su momento, aunque tú hacías mejores puestos en la general?
O como Luis León Sánchez, que también está en sus últimos años. Bueno, ya te digo, nos queda ver por dónde salen los jóvenes, que algunos ya están despuntando, como Enric Mas, que está en plenitud y que todavía tiene que mejorar por edad, porque tiene 28 años y todavía puede ir subiendo durante cuatro o cinco años. Por nivel, está muy, muy cerca de ganar una grande, ya ha tocado ahí el palo un par de veces. En cuanto a la clase media, ahora mismo tenemos que echar mano casi de corredores que están pasando a sub23, todos estos corredores que, en dos, tres, cuatro o cinco años los vamos a ir viendo despuntar. Seguro que más de un corredor que ahora ni conocemos va a llegar a esa clase media.
¿Tiene mucho que ver que solo tengamos un equipo World Tour frente a tu época, que había nueve o diez equipos profesionales que corrían grandes vueltas?
Es que, enlos años 90, llegó a haber once equipos profesionales españoles, de los cuales cinco eran de primera división: Reynolds-Banesto, Amaya, ONCE, CLAS, Kelme, etc. Los equipos potentes los teníamos en casa. Ahora, muchos ciclistas españoles están diseminados por distintos equipos extranjeros, no todos están en el Movistar, que es el único «World Tour Team» que tenemos ahora mismo. Eso hace que muchos de los corredores españoles sean gregarios. Eso es un síntoma, yo creo que malo, pero es verdad que la situación de los equipos españoles va mejorando en la segunda división, que son los equipos profesionales. Ahora está creciendo en España un poquito, pero, claro, la bajada del número de equipos españoles y de carreras desde que se inició el World Tour, respecto a los años noventa, es impresionante y solo ahora estamos empezando a recuperarlo un poquito.
El hecho de que hubiera una vuelta a cada región casi, supongo que era clave para que los chicos más jóvenes adquirieran experiencia cuanto antes
Sí, porque el pelotón español profesional era de más de 190 corredores profesionales en equipos españoles. Entonces era muy fácil pasar a profesional, era muy fácil correr. Había mucha competición en España, no había prácticamente que salir de España para tener un calendario importante de competiciones y eso ahora no se da. Ahora, los equipos de Segunda División, los profesionales, si cierran un calendario con 45 competiciones o 50 están contentos. En mi época correr 100 días era algo normal. Y ya no hablamos de los continentales, que son un mixto entre amateur y profesional y que corren mucho menos.
En tu caso, ¿cómo fue ese paso a profesionales?
Bueno, de entrada, lo de llegar a profesionales nunca lo piensas. Yo recuerdo que mis padres me regalaron a los tres años una bici pequeñita, una que tenía las ruedas muy pequeñas y muy gordas. Mis padres eran fruteros y en la acera de la frutería, yo iba arriba y abajo con la bici y patinando. Y, bueno, luego, con los amigos del barrio de Orcasitas, que es donde me crie, pues empezábamos a jugar entre nosotros: hacíamos contrarrelojes, por ejemplo. Teníamos una bici por ahí que nos valía a todos y dábamos la vuelta a la manzana, a ver quién tardaba menos. Te estoy hablando de antes del año 1971, cuando tenía yo diez años. Y a los once años, más o menos, el carnicero, que era muy amigo de mis padres y de la familia, les dijo: «a vuestro hijo, le voy a llevar una carrera». Él había sido ciclista en su época. De joven, había sido amateur. No fue profesional, pero me dejó su bici, que era de tubulares muy finitos y fuimos a la Casa de Campo. Me dijo: «te voy a entrenar un poco» y yo veía que valía para eso. Me llevó a una carrera a Parla, en el año 71; tenía 11 años y ahí debuté.
Sin licencia ni nada, claro…
Nada, nada… Se podía correr con el libro de familia y el permiso de los padres. Éramos como 15 chavales dando vueltas a un cono que quedaba a unos quinientos metros; no haríamos más de dos kilómetros. Ese fue mi inicio. Luego ya empecé poquito a poco en un club de Carabanchel, en la Peña Ciclista Laudelino Hernández y ya ahí aprendí un poquito más, ya me saqué la licencia…Entonces éramos infantiles y fui pasando por todas las categorías. Ahí no piensas que vas a ser profesional y como mucho sigues el Tour por la radio. Oía las gestas de Luis Ocaña y del «Tarangu». Era la época gloriosa de Merckx y ellos eran mis ídolos. Yo decía: «Madre mía, están ahí en una lucha a muerte, en el Tour de Francia, que debe de ser como una guerra».
Participas en los Juegos del Mediterráneo de 1979, una de tus primeras carreras importantes, con 18 o 19 años
Fue mi único año amateur, justo el año anterior a pasar a profesional y fue de las pocas participaciones que tuve con la selección española, porque sólo estuve ese año con el equipo de Moliner-Vereco, que era el filial del profesional de Javier Mínguez, e hicimos segundos, hicimos plata en la crono por cuartetos de 100 kilómetros. Ganó Italia, nosotros hicimos segundos y tercera fue Francia. Eran unas pruebas durísimas que ganaban siempre los de la Unión Soviética y hacían medias de 50 kilómetros por hora. Eran unas cronos matadoras, durísimas… Hoy en día, hablar de cronos de cien kilómetros resulta inimaginable.
Ya que has mencionado a Javier Mínguez, ¿cómo es el momento en el que te dice que quiere contar contigo para el Zor?
Pues yo estaba en el filial del equipo [porque el equipo profesional de Javier Mínguez, también Moliner-Vereco, nace en el 79] y allí nos juntamos un gran equipo donde estaban Pedro Delgado, Rodríguez Magro, Cabrero, Barcala, Eugenio Herrán… Casi el 95% de los estábamos en aquel equipo fuimos profesionales. Nuestro director era Tomás Nistal, que también fue ciclista en el Kas, era un sprinter… y Mínguez venía a ver alguna carrera por Valladolid, de aire, de abanico y tal y nosotros lo ganábamos todo aquel año. A mí me tocaba trabajar todos los días con mis compañeros, porque todas las carreras que corríamos las ganábamos, tanto internacionales como nacionales, y los abanicos los dominábamos muy bien. Recuerdo que, en el Trofeo Iberdrola, que se hace por Zamora, llegamos casi diez del equipo solos. El equipo nuestro era bestial y Javier me vio en un en una de las carreras que hicimos, cara al aire, trabajando para el equipo, y dijo: «Este me vale mucho para mi equipo», y me pasó siendo muy joven. Con 19 años debuté en la máxima categoría al año siguiente, en el 80.
Ese año 1980 corres tu primera Vuelta en el Zor. Ahí está Faustino Rupérez, que la gana, y además Miguel Mari Lasa, Juan Fernández, Jesús Suárez Cuevas, Ángel Arroyo…
Para mí, fue una experiencia. El año empezó muy bien porque enseguida estuve muy delante. De hecho, la primera carrera que corrí fue la Vuelta a Mallorca, que se hacía la primera del año sin ser challenge aún. Ahí fue donde conocí a Roger de Vlaeminck, que era otro de mis ídolos. La segunda fue lo que luego sería la Vuelta a la Comunidad Valenciana, que entonces se llamaba Vuelta a Levante o Vuelta a las Tres Provincias. Hice segundo en la general, siendo un debutante. Entonces Javier Mínguez ya siempre me fue poniendo en susmejores equipos, incluido el de la Milán-San Remo.
¿Y cómo fue la experiencia de correr la classicisima?
Pues primero ya había corrido la Tirreno-Adriático, que era otro mundo, porque era un nivelazo lo que había ahí. Ya te estás midiendo y te están exigiendo muchísimo. Y ahí respondía a pesar de la juventud, porqueno estaba para ganar cosas, pero sí para estar adelante. Y entonces me metieron en el equipo de la Milán-San Remo y conseguí acabarla, lo que ya era un triunfo para no tener experiencia, porque es una carrera muy técnica, de saber estar. Es la clásica esta que dicen que es la più facile e la più difficile, porque al final hay mucha gente, pero se decide siempre en la subida al Poggio, con una bajada muy rápida. Es una clásica muy técnica. No sé, a lo mejor no es de las más duras, quizás, incluso, sea de las más suaves, pero al haber tanto pelotón se hace muy complicada.
El año siguiente, 1981, haces doblete Giro-Vuelta
Ese doblete era muy difícil en aquella época, porque la Vuelta era en primavera y, a la semana de acabar, empezaba el Giro. No te daba tiempo ni a recuperar y empeorabas con los viajes, porque, claro, no podías entrenar, no podías ni soltar piernas: entre el viaje, la presentación y el arranque del Giro, era todo muy precipitado. Lo hice muchos años seguidos con Javier Mínguez, porque teníamos un equipo con un patrocinador que era italiano, Gemeaz Cusin. En España, corríamos como Zor, el mechero, y en Italia, como Gemeaz Cusin, que era una empresa de restauración italiana, así que estábamos obligados a ir al Giro con nuestras mejores armas.
Lo curioso es que, ese año, las dos las gana Giovanni Battaglin, que luego no hizo gran cosa
Sí, era un buen escalador. Le recuerdo como un corredor muy regular y que ya después de esa Vuelta y Giro como que ya no fue muy competitivo, ya fueron otros actores los que entraron a brillar en la época: Moser y Saronni, en aquellos Giros de principios de los 80, que no los hacían tan duros para que ellos tuvieran más posibilidades de ganarlos. Luego el Giro fue haciéndose duro, sobre todo en los 90, cuando volví ya con 30 años.
Claro, cuando los italianos empiezan a sacar escaladores: Chiappucci, Chioccioli, Vona, Bugno…
Sí, en los ochenta era una carrera dura, pero no era exageradamente dura, siempre había montaña, pero Moser y Saronni eran capaces de no perder mucho tiempo y luego Moser, por ejemplo, era un contrarrelojista bestial, que cuando peleaba con Fignon en alguno de los Giros le metía tres o cuatro minutos en cada crono. Y recuerdo también un Giro que corrí, que ganó Hinault, antes de que lo conociera en el Tour… Luego con la ONCE, corrí Vuelta, Giro yTour dos veces, con lo cual el doblete Giro-Vuelta lo hice siete. Los primeros días tienes que aprovechar para ganar en cualquier etapa dura, porque vienes muy en forma. De hecho, yo lo hice así y gané bastantes etapas. Por ejemplo, con 22 años, gané la tercera etapa, en Pasto, pero luego la última semana se hace muy dura porque realmente no has recuperado de la Vuelta y vas acumulando otros veintitantos días de carrera en el Giro. Por eso era tan difícil ganar la Vuelta y el Giro.
Esa temporada, o la siguiente, se va Ángel Arroyo a Reynolds y llega Álvaro Pino, que fue un poco el corredor emblema de Mínguez y del Zor-BH durante la década de los ochenta…
Éramos un grupo de amigos. Recuerdo que vino también Alberto Fernández. Con Pino, tengo muy buenos recuerdos y muy buena amistad. Hacíamos una buena piña y Álvaro siempre hacía buenos puestos, buenas clasificaciones. Luego consiguió ganar la Vuelta a España. Era un corredor muy sufridor, muy carismático.
Teníais un equipazo tremendo
Sí, ten en cuenta que, entonces, no había grandes equipos como los que hay ahora, que tienen patrocinios de multinacionales. No había grandes presupuestos en esa época. Todo cambia cuando, en 1983, TVE empieza a echar la Vuelta en directo. Ahí, ya empezamos a ganar un poquito más de dinero porque todos salíamos beneficiados, sobre todo el patrocinador, porque salía en directo en televisión. Tengo recuerdos muy bonitos, sobre todo en el Giro. En 1983, por ejemplo, Alberto Fernández ganó dos etapas e hizo tercero en la General. Yo gané una.
Hablabas antes de Hinault, que gana la Vuelta del 83 en la famosa etapa de Serranillos, con la colaboración inestimable de un jovencísimo Fignon
Menudo equipo tenía.
Sí, creo que LeMond llega a empezar esa Vuelta, pero se retira enseguida.
A ver, Fignon y LeMond son de mi quinta, del año 60. Entonces éramos muy jóvenes, teníamos 22 años. Ellos venían con su jefe de filas, que era el ciclista más fuerte que he visto en mi vida y que he padecido. Creo que era brutal. Ganaba por aplastamiento. No era por táctica o por equipo. Muchas veces, sobre todo en el Tour, cuando iba líder, para defenderse, arrancaba él, que es algo que no se hace nunca. Era el tío más fuerte en la carrera con diferencia. Te aplastaba, un poco como hace ahora Annemiek Van Vleuten, que cuando acelera se va sola. Ya no es que sean ataques, es que nadie puede seguir su ritmo. Eso es muy difícil en el ciclismo actual, no hay tantas diferencias, no hay un corredor que se ponga a ritmo y suelte a todos de esa forma.
¿Dirías que Hinault y Merckx están en una liga aparte en la historia del ciclismo?
Yo, de Merckx, no te puedo decir, porque no coincidí con él. He visto vídeos antiguos y conozco su palmarés, claro, pero es que aparte de ser un fenómeno, tenía un equipazo y había mucha diferencia. En cualquier caso, son historias y épocas diferentes y tampoco hay por qué compararlas.
Hablábamos antes de Fignon y su irrupción en la Vuelta de 1983
Pues, de Fignon, me acuerdo de que no me gustó su actitud. Incluso llegué a medio pelearme con él, No me gustó ni en carrera ni fuera de ella. Primero, porque en carrera empleaba unos trucos un tanto raros. Recuerdo una llegada a Valladolid, que bajábamos hacia meta y estaba atacando LeMond y yo iba detrás de Fignon, no atacando, sino intentando coger rueda. Era recto todo y él lo que hacía era la marrullería de dejarse caer para atrás y dejarnos cortados a todos. Le intentabas pasar, pero no teníamos desarrollo para ir a más de 80 o 90 kilómetros por hora. A mí, me lo hizo directamente: la primera vez, le adelanté, pude enlazar, pero enseguida me volvió a adelantar. Me lo volvió a hacer hasta dos veces y al final ya me enfadé con él como diciendo: «No necesitas hacer esto». Entonces éramos muy jóvenes, pero ya no me gustó y tuvimos incluso un rifirrafe, que le di un poquito así con la mano y él me bajó la gorra. Bueno, tuvimos un pequeño altercado que quedó ahí y luego le vi también hacer un gesto raro: estaban en la mesa para cenar al lado de nosotros y vinieron unos chicos a pedirles un autógrafo y él cogió, les desarmó el bolígrafo y les tiró el muelle por ahí. Eso no me gustó, porque, ante todo, hay que ser educado. Es verdad que a veces los aficionados te pueden molestar si estás cenando, pero no puedes hacer eso.
Con los años, especialmente después del Tour del 89, se suavizó
Cambió totalmente. Yo creo que la vida le dio muchos palos y ya cuando corría en el Gatorade, llegué a hacerme muy amigo suyo. Luego, trágicamente, un cáncer se lo llevó por delante.
Ese año quedaste sexto en la Vuelta, tu mejor clasificación en una general junto al Tour de 1990
Sí, en el Giro llegué a hacer séptimo. Siempre estaba ahí rondando, aunque me faltaba ser un buen contrarrelojista. En aquella época tenías que luchar con más de cien kilómetros contrarreloj de cada vuelta y con corredores muy potentes en la especialidad, como Hinault o, en cierta medida, Fignon. Pedro Delgado tampoco era tan especialista, y lo mismo perdías tres o cuatro minutos fácilmente en esas cronos de cincuenta kilómetros… si lo hacías bien. De hecho, en mi primer Tour, el del 85, había una crono de 80 kilómetros. Era tremendo. De entrada, suponía un hándicap enorme porque ya no podías estar pensando en la general tranquilamente, sino en buscar etapas. A ver, a lo mejor, si vas a rueda y estás esperando para atacar justo al final, habría ganado algún puesto en la general, pero me merecía más la pena intentar arriesgar para ganar etapas.
De hecho, la gente te recuerda por eso
Yo creo que, en el ciclismo actual, con tan poca contrarreloj, mis sextos puestos se convertirían en terceros o en segundos, pero entonces la tendencia era esa: incluso las cronos normales por equipos eran de cincuenta kilómetros. Ahora es rarísimo ver una de veinticinco kilómetros, sea por equipos o individual, más aún en el Tour.
Me hablabas antes de tu primera victoria como profesional en una gran vuelta, que fue en el Giro de Italia de 1983, y me gustaría que me contaras qué recuerdas.
Bueno, pues venía de esa Vuelta, que había hecho sexto y tenía unas piernas extraordinarias, en un estado de forma muy bueno. La tercera etapa, Terni-Vasto, tenía 269 kilómetros, que no era normal ni en mi época, porque 200 sí era normal, incluso 220, pero 269, no. Teníamos que atravesar los Apeninos de un lado a otro, era muy dura. El caso es que se dividió el pelotón en dos: unos 30 corredores por delante, donde la mitad ya eran favoritos a la general… y el resto se quedó atrás. Esto, a 150 kilómetros de meta. Fuimos a tope, a tope, en mi vida había corrido así. De hecho, yo creo que no he corrido nunca una carrera igual en mi vida, ni una clásica y entonces, claro, yo venía con la forma de la Vuelta y me dije: «Si yo voy mal y estoy en forma, ¿cómo tienen que ir el resto después de 150 kilómetros a cincuenta por hora de media». Así que, a noventa kilómetros de meta, ataqué y me llevé a tres compañeros, que se fueron quedando en las distintas subidas que había.
Y te quedaste solo, como siempre
Sí, lo que pasa es que la Costa Adriática es totalmente llana: sesenta kilómetros llanos, que no había ni un puerto, solo una subida final de un kilómetro casi ya en meta. Había cogido cinco minutos, pero cuando se organizaron todos los equipos de los sprinters, me fueron quitando un minuto cada diez kilómetros. Y yo digo: «No llego». Era matemática pura. Pero algo había ahí en mi mente, en mis piernas… que llegué con 20 segundos. Me acuerdo de que ahí estaba Torriani, el director del Giro, y me animaba, porque veía que faltando dos o tres kilómetros todavía estaba con 40 segundos y dijo: «Este chico se lo merece, se merece ganar». En la subida final, tenía que quitar el plato grande. Y, como venían atrás rodando con todo el desarrollo de llano, pensé que, si lo quitaba, me cogían segurito. Sufrí mucho, pero eso fue lo que me hizo poder llegar.
Con veintidós años, solo
Sí, muchos ciclistas italianos me decían que era imposible ganar así, me venían a decir que si había tomado algo. Fue una etapa dificilísima de ganar. Es mucho más difícil ganar en una etapa de ese tipo que en una de montaña, porque en las de montaña no hay un pelotón organizado detrás.
Como decías antes, a partir de 1983, se televisa la Vuelta… y eso coincide con el segundo puesto de Arroyo en el Tour, las primeras hazañas de Perico en Francia, las chapas con las fotos vuestras en los quioscos. ¿Notáis vosotros que el ciclismo entra en un «boom», que hay como una movida dentro de la «Movida» ochentera?
Sí, yo creo que nosotros, nuestra generación de los años 80, los que empezamos a competir en ese año, fuimos un relevo necesario, porque veníamos de unos años con muy poquitos equipos. Había creo que tres o poco más La Casera Monteverde y recuerdo que alguno más antes del año 80 y en el año 80 ya nace Reynolds, nace Zor y empiezan a ir llegando equipos, hasta que en el año 90 hay once. Claro, y nosotros veníamos de una década de Luis Ocaña y del «Tarangu» y toda esa generación del KAS que ya había dejado de correr. El ciclismo estaba un poco bajo y entonces ahí Reynolds con Echávarri tira por el Tour y Arroyo en el 83 hace segundo y da un paso de gigante. Porque, a ver, hacer el segundo en el Tour detrás de Fignon tiene mucho mérito… y ese año, Alberto Fernández hace tercero en la general del Giro y tercero en muchas etapas, creo que tres. Hacemos un Giro tremendo. Lo que pasa es que el Giro no tenía tanta trascendencia.
En España era una carrera casi desconocida, un breve en algún periódico deportivo y eso cuando hacíais algo, claro…
Sí, un poquito en la radio, un poco en la prensa y poco más. Hasta los años 90, recuerdo que no se televisó el Giro y además siempre ha sido en Telecinco o en las autonómicas, nunca ha sido en Televisión Española. Siempre ha habido un problema con el Giro para las retransmisiones y lo que hacíamos nosotros en Italia era muy difícil, porque al principio me acuerdo de que, por ejemplo, el actual presidente de la Federación Española, López Cerrón, quería atacar de salida y le tiraban bidones y le cerraban como diciendo: «Españolitos, todos atrás». Luego nos ganamos el respeto en la carretera y se quedaron alucinados porque hicimos un Giro espectacular, pero en las primeras etapas nos tiraban bidones. Yo ya había ido con 20 años que también estuve a punto de ganar una etapa que luego la ganó Miguel Mari Lasa. Siempre se me ha dado muy bien, no sé por qué, era algo instintivo con los recorridos o lo que fuese. Paralelamente, en el Tour, pues Reynols lo hacía muy bien. Y lo del Tour se ve más en todos los lados.
Era la referencia
Sí, y la Vuelta era algo más fácil, porque, cuando se disputaba en primavera, no quería venir nadie de fuera. Era una carrera nuestra, de los españoles.
Sean Kelly era el único que siempre estaba ahí
Porque corría con el KAS y venía con la forma de la época de las clásicas. Yo creo que la Vuelta a España ha ganado mucho al irse a septiembre, porque ahora vienen muchos de primera fila: el ganador del Tour a lo mejor no viene, pero el resto son muy buenos. También tienen otra alternativa de ganar una grande. Ahora, la Vuelta está muy alta, diría que por encima del Giro.
1984 es el último año que estás en el ZOR. Es el año que Alberto Fernández pierde por seis segundos con Caritoux y luego, justo después, fallece.
En un accidente, sí. A la vuelta de la entrega de premios de Unipublic, a la que fui yo también y que se celebró en el Meliá Castilla. Cuando volvía a su casa, a Aguilar de Campoo, tuvo el accidente.
Te voy a preguntar primero por lo deportivo: Caritoux siempre se quejaba de que le trataron fatal, que tuvo muchos problemas con los corredores españoles, con la afición…
A ver, la verdad es que Alberto Fernández perdió esa Vuelta en Rasos de Peguera. Era una etapa de Pirineos dura y de calor, tipo Tour, y montamos una estrategia de ataque. Nuestro equipo quiso hacer allí una criba, porque vimos que había rivales que no iban bien, como Moser o Marino Lejarreta, así que yo lancé un ataque desde abajo, al inicio del puerto, desde Berga, la parte más dura, y luego, viendo todo lo que pasaba detrás, que se quedaban muchos favoritos, Alberto arrancó y se llevó con él a Caritoux… y, como Caritoux era un desconocido, no le dio la importancia que luego tuvo, es decir, le llevó a rueda mucho tiempo.
Además, cuando llegó Alberto a mi altura, no supo aprovecharse y dejar que le ayudara un poco, sino que se tiró para adelante con él a rueda y ahí cometió un error muy grande porque luego tuvo un desfallecimiento a un kilómetro de meta. Recuerdo que yo iba como a cien metros, pero no me sacaba más. Mínguez tampoco supo muy bien qué hacer en ese momento, porque lo suyo habría sido que yo hubiera hecho un trabajo para que Alberto se hubiera reservado para los últimos kilómetros. Y lo único que me acuerdo de después es que llegó Perico Delgado a mi altura, fui con él, casi enlaza con los colombianos y demás y Alberto tuvo el desfallecimiento, perdió un minuto con Caritoux y llegamos juntos al final. Ese minuto luego fue irrecuperable, le iba quitando algo cada día, pero Caritoux se defendió muy bien siempre. Todo el mundo le atacaba, pero porque era el líder, de eso no se puede quejar, es lo que suele pasar.
El hablaba más del trato, del ambiente con los españoles, de un exceso de agresividad contra él…
No tengo conciencia de eso. Desde la carrera, le respetábamos. Luego llegaron los Lagos y llegaron otra serie de etapas duras y el tío estaba ahí delante. No había quien le apeara del burro. Ese año, anduvo muchísimo. Al final ganó por muy poquito, pero ganó y fue muy regular. Luego demostró que sí, que era buen escalador. No ganó ninguna grande más, pero sí que hizo puestos en etapas de montaña. No se le dio la importancia que tenía como corredor.
Hablemos un poco más de Alberto Fernández. ¿Cómo os quedasteis cuando murió? Supongo que tuvo que ser una cosa horrible que haya sido compañero tuyo dos o tres años. Y aparte era un tío que ahora la gente no lo recuerda porque le falta el punto de haber ganado una Vuelta como la ganó Pino, pero era un tío que en las generales, tanto en Giro, como en Tour, como en Vuelta estaba siempre él. Fue un poco el enlace de dos generaciones.
Sí, debería haber ganado una Vuelta a España por lo menos, ya lo demostró. Quizá iba un poquito mejor en la crono que los demás, mejor que Álvaro Pino o que Lejarreta. Eso le ayudaba. Y lo que dices, su muerte nos dejó planchados. Piensa que nosotros estábamos todo el día en la carretera, nos podía haber pasado a cualquiera. Yo ya tenía también hijos como él, a su hijo Alberto le conozco mucho, cada año hacen un memorial en Aguilar de Campoo en su nombre, y yo he ido muchos años. Me cuenta muchas cosas de su padre y me pregunta cosas de las que no se acuerda. Era muy pequeño.
En 1985, te vas de Zor a Reynolds, pero no estaba Perico, porque se había ido al Seat-Orbea, donde ganó la Vuelta. El que sí estaba era Miguel Indurain, que se coloca como el líder más joven de la historia hasta entonces, en la segunda o tercera etapa…
Pues sí, 1984 fue mi último año con Javier Mínguez, con el que pasé mis cinco primeros como profesional. Fue el que me descubrió y aprendí mucho con él. Es un director que realmente es un gran estratega, que te enseña a competir, te enseña a decidir en carrera porque te ha descrito antes las opciones en la reunión. Si pasa esto, hacemos esto; si pasa lo otro, hacemos esto otro. ¿Y esto por qué lo hacemos? Porque los otros están pensando en la general de las metas volantes o de la montaña y tal. Aprendes a competir porque al final el ciclismo no es cuestión de fuerza bruta.
Entonces ganaría siempre el mismo
Hay que saber ahorrar energía para el tramo final donde se decide la carrera, ahí es donde hay que ser muy resolutivo. En fin, el caso es que en 1985 decidí cambiar de ciclo: seguí el espíritu de José Miguel Echávarri, que era ir siempre al Tour. Con Javier no llegamos a los mejores entendimientos en los últimos años, por calendarios y por ciertas cosas, y decidí cambiar y probar.
Cuéntame sobre ese Induráin postadolescente…
Pues lo vi por primera vez en diciembre, en las pruebas médicas, y dije: «Madre mía, este chico…» Yo ya sabía que había ganado el Tour del Porvenir el año ese, porque estábamos todavía en el 84, y nos concentramos en Pamplona, para hacer las pruebas de esfuerzo. Y de repente aparece un tiarrón de dos metros que fundió la máquina con la que estábamos haciendo las pruebas. Cuando llevaba 500 vatios, aquello empezó a echar humo. Y yo dije: «Joder, estos chavales de hoy en día…». Yo iba fuera de forma, porque Echávarri me había dicho que me olvidara de la Ruta del Sol y de todas esas carreras, que me quería fuerte en el Tour, así que todavía ni entrenaba, apenas montaba en bici y había estado más tranquilo ese invierno en la preparación física. El caso es que di unos datos malísimos en la bici y me quedé sorprendido por Miguel, que era un chico calladito, calladito… Ahí ya digo: «Este tío es una máquina». Empezamos a correr y en las carreras, ya dentro de la temporada, arrancaba en las cuestas con el plato grande. Hablamos de un Miguel Induráin que pesaba como diez kilos más que el que ganaba los Tours. Era una mala bestia, ganaba al sprint a grupos de 52. Yo pensaba: «Menos mal que está en mi equipo este chaval, que cualquiera sale a por él cuando arranca». Hizo segundo en el prólogo, detrás de un holandés, Oosterbosch…
Que también murió poco después…
Sí, de un ataque al corazón o algo así. Fuimos a Galicia y este Oosterbosch se quedó en un día que era un poco duro y Miguel pasó a ser el líder más joven de la historia de la Vuelta. Luego, los dos perdimos todas nuestras opciones en los Lagos de Covadonga y de ahí nos fuimos al Tour.
Tu debut en el Tour fue antológico: noveno en la general y victoria de etapa
Y fui escapado como tres o cuatro días más, a punto de ganar (Risas). No pensaba nunca en la general. De hecho, perdí tres minutos en Luz Ardiden cuando iba en cabeza, de una pájara que tuve en el encadenado con el Tourmalet… Pero yo no estaba a la general, sino a ganar alguna etapa de las cuatro o cinco en las que estuve escapado. Igual en vez de noveno podría haber acabado quinto y me habría llevado el maillot blanco, que me lo ganó Parra por veinte o treinta segundos, pero mi objetivo era ganar una etapa, así que bien. En ese Tour, anduve muchísimo: no me voy a comparar con Van Aert, pero estuve cinco días de fuga de alta montaña. Recuerdo una etapa de las más duras que he corrido del Tour, quetenía siete subidas en los Alpes, siete, y 250 kilómetros, y en esa fui escapado los últimos 90 kilómetros y me cogieron a seis de meta. Hice ahí, yo creo, un etapón, pero es que es muy difícil ganar una etapa del Tour.
Siempre se dice que acabar el Tour es ganarse el carnet de ciclista profesional. Tú ya llevabas cinco años compitiendo, ¿notaste algo realmente distinto en el Tour?
¿En cuanto a dificultad? Nada. Me pareció que en el Giro era muy difícil también ganar etapas. Lo que sí que noté fue la trascendencia. Todo el mundo se enteraba de cualquier cosa que hacías en el Tour… a nivel mundial. Ganar es igual de difícil, básicamente, pero sí gana trascendencia a nivel internacional; es bestial y sigue siéndolo. De hecho, a raíz de todo esto y de ese Tour, empecé a correr Criteriums.
Que se ganaba un dinerito…
Me iba con Pedro Delgado, que estaba en Orbea. Estuvimos en Holanda corriendo un mes entero allí, y en aquel mes gané todo lo que ganaba en un año por contrato en Reynolds, que, por cierto, no me puso ninguna pega para participar allí. Matthew Hermans, el sprinter, que acaba de sacar un libro, le dedica unas páginas a nuestra estancia en Holanda, en casa de su entrenador, Albert Stofberg, con él y con Erwin Nijboer. Fue una época muy bonita y descubrimos los criteriums, que también los podías hacer en Francia, pero había muchos kilómetros de distancia, o en Bélgica…Ahí compartimos Perico y yo muchas anécdotas de quedarnos sin gasolina, de llegar tarde al primer criterio. Con Pedro siempre hay emoción hasta última hora (Risas).
Nunca llegasteis a correr juntos en el mismo equipo, ¿no?
Solo coincidimos en el amateur, en 1979, y, desde chiquititos, siempre hemos corrido siendo rivales. Ya de juveniles nos escapábamos alguna vez juntos. El atacaba en la montaña, yo le dejaba unos metros, luego le cogía, cosas así de chavales.
Oye, ¿por qué solo duraste un año en Reynolds?
Pues porque al hacer el Tour tan bien, Teka me hizo una oferta a la que no pude responder que no. Estoy muy agradecido a José Miguel, que me dijo: «Mira, en Reynolds estamos como estamos, este patrocinador se va a ir, estamos manteniéndonos como podemos. No podemos ni llegar a la mitad de lo que te ofrecen. Y esto son diez años, Eduardo, es que ni lo dudes». Me facilitó la salida cuando lo normal es que se hubiera enfadado. Mínguez se enfadó cuando fui a verlo. No están acostumbrados a que tú decidas irte, sino a que te echen ellos (Risas). No todo es dinero en este mundo, está claro, pero el calendario era el mismo: correr el Tour y la Vuelta y Teka era un equipazo.
Estaba Reimund Dietzen
Sí, Reimund Dietzen era el líder, pero éramos casi treinta en el equipo. ¡Teníamos hasta autobuses, en esa época! Ahí empezó Echave, teníamos a Alfonso Gutiérrez, a Camarillo, a Jesús Rodríguez Magro… Era un equipazo, vaya. Sarrapio ganó una etapa en el Tour, yo gané otra, Regis Clerc ganó dos. ¡Es que hubo un año que ganamos cuatro etapas en el Tour! Aquel TEKA era un equipo similar a los World Tour de ahora: con su autobús, con treinta corredores… y eso en 1986-1987. No era lo normal en esa época.
En ese Tour, ganas una etapa, pero no cualquier etapa, sino una de las más importantes de la historia del Tour: la del «sorpasso» de LeMond a Hinault en el Granon
Yo estaba ya pensando en mi etapa en aquel Tour.Iba de líder Hinault,y había visto que quedaban esta del Granon, que nadie sabía cómo era, aunque sí el Col de Vars y el Izoard, que eran dos monumentos históricos…y después Alpe D´Huez, pero Alpe D´Huez iba a ser para los de la general, así que salí el día del Granon con la idea de meterme en la fuga. Arranqué ya desde abajo en el Col de Vars. Como se había ido muy rápido, ya la gente tenía ganas de que hubiera una escapada. Me fui en la subida sin problema, porque yo era muy buen escalador y, además, estaba muy lejos de meta. ¿Quién iba a venir a por mí de los que subían? Nadie. Y entonces hubo ahí como un parón. Subí muy rápido, conseguí mucha ventaja, se hizo otra escapada detrás… Yo no sabía mucho de lo que estaba pasando detrás, pero intuía que estaba pasando algo porque ni tenía referencias por Radio Vuelta, ni siquiera en el Granon. Coroné el Izoard bastante bien, con ventaja sobre una escapada de unos diez o doce corredores, con Mottet, Anselmo Fuerte… y no me cogían, mantenía mis ocho o nueve minutos de ventaja sin problema, pero notaba que algo pasaba porque no estaba saliendo en la tele por ningún lado.
Estaba pasando que Hinault se venía abajo
Exacto. Hinault se estaba quedando y Zimmerman se estaba llevando para adelante a LeMond, que era del equipo de Hinault y lo llevaba a rueda. Y ya en el Granon no te quiero ni contar: se me hizo durísimo porque es un puerto muy duro; no es muy largo, tiene once kilómetros, pero es carretera estrecha, no tiene rampas de más del 15%, pero tampoco tiene por debajo del 10%. Como este año he vuelto, he visto que sigue parecido y que ha sido también decisivo para el Tour: no tienes donde descansar y está muy abierto y se ve dónde van los de delante. Es una subida muy bonita, muy dura y este año el Tour ha querido reconocer mi victoria, aunque solo salí quinientos metros en televisión, con la cámara fija.
¿Te invitaron a ver la exhibición de Vingegaard?
Sí, sí, fue una etapa muy bonita, con mucha atención por parte del de los departamentos y ayuntamientos de la zona, que eran los que apoyaban económicamente que se llegase a esa etapa y de la dirección del Tour. De hecho, hicieron una cena, arriba, en un pequeño refugio que hay en la cima, que no tiene ni electricidad ni nada, solo un generador y. Y la verdad que me quedé muy contento con todo. No me esperaba ese reconocimiento.
¿Estaba Hinault?
Estaba Hinault, estaba Thevenet, estaba Prudhomme, con sus cuatro o cinco colaboradores de máximo nivel… Estaban los alcaldes, los presidentes de los departamentos de los Altos Alpes y otros que vinieron. Mi mujer y yo éramos los únicos extranjeros y españoles y se portaron de maravilla con nosotros. Ellos cantaron La Marsellesa y luego cantamos nosotros el «Que Viva España» (Risas), que ellos también se la sabían. Entregué el trofeo de la combatividad, di la salida del día siguiente en Briançon…
Tus dos primeros Tours son los de la lucha Hinault-LeMond. ¿Cómo era la relación entre ellos?¿Se palpaba el mal rollo o hacían por aparentar?
Pues yo no lo veía, pero me contaban que sí. De hecho, en la cena esa que te digo, me hicieron una tarta de la subida al Granon con la imagen de una foto de la subida, ahí, con la ropa del Teka… y yo no quería partirla para no estropear la foto, pero me dice Hinault: «Pártela por ahí» y era donde estaba LeMond (Risas).
O sea, que aún sigue dándole vueltas a la historia…
Conmigo estuvo muy simpático, porque él siempre ha sido un corredor que no era muy expresivo, aunque luego era campechano con los compañeros. Sin embargo, ya con la edad, me llevé una alegría de verle tan cordial y tan diferente a como lo había padecido yo como ciclista. Me acuerdo de que aquel día estaba muy cabreado porque, cuando llegó a meta, había perdido el liderato. Los del podio hicimos el programa con la televisión francesa y nos llevaron a los hoteles en helicóptero. ¡Tenía una cara de pocos amigos! Estaba muy disgustado aquel día y de hecho es histórico porque ya ningún francés ha tenido la oportunidad de ganar el Tour.
El que parecía que iba a sucesor de Hinault y que, de hecho, corría en el mismo equipo, que luego pasó a llamarse Toshiba, era Jean-François Bernard
Sí, que luegose vino a nuestro país y fue uno de los escuderos de Induráin.
Ese mismo, pero en 1987 iba para estrella, y fue uno de los protagonistas junto a Perico, Roche, Mottet, Fignon…
Es que cuando Hinault dejó de ser el más fuerte, la carrera se abrió mucho más, había más alternativas, más ciclistas que podían ganar el Tour. No había alguien que fuera muy superior a los demás. Había bastante igualdad. De aquel Tour recuerdo la salida y la foto clásica ahí, asomándote al muro de Berlín, que eso es histórico. La verdad es que era deprimente aquello del muro. Afortunadamente, desapareció dos o tres años después.
¿Y qué más recuerdas de ese Tour? Perico Delgado estuvo de amarillo, hasta la última contrarreloj con Roche.
A ver, cada uno hace su carrera. Hay veces que sí que es verdad que si un compatriota, aunque no sea del mismo equipo, está pasando un apuro, le lanzas un capote. Cuando gané la etapa de Morzine, que se subía el Joux Plane al final, sabía que estaba pasando algo detrás. También fue una de estas que ya dices: «Quedan pocas que puedas ganar y hay que intentarlo». Nunca tuve mucha ventaja porque ataqué como a 80 kilómetros de meta y nunca saqué más de dos minutos. Y así empecé el Joux Plane y se armó una tremenda detrás. Eso lo sé porque lo he visto luego. Cuando estás delante, no te enteras de nada, pero me di cuenta de que tampoco tenía cámaras. Resulta que se habían quedado ya solos Roche y Perico, y entonces Roche le atacó bajando el Joux Plane.
Sí, Roche iba con Schepers, un compañero suyo en Carrera, y Perico se quejó de que le cortó frenando para que Roche se fuera por delante
El problema es que Perico se había caído años antes en esa bajada y se había roto la clavícula. Es un puerto que da mucho respeto porque las raíces de los pinos sobresalen y te hacen dar botes, aparte del desnivel. Se baja muy rápido. Entonces, claro, tienes que ir frenando y, si te viene un bache de estos, te derrapan las ruedas. Ahí, Perico tuvo cierta prudencia y Roche le sacó unos segundos decisivos. Yo, cuando vi que llegaba justo detrás de mí, pensé que ya se le escapaba el Tour a Delgado.
Todo esto, el día después de La Plagne, que Roche había llegado medio muerto y le habían puesto oxígeno y empezaron a decir que igual no seguía en el Tour… pero todo era una estratagema para ir en helicóptero al hotel y ahorrarse prensa, protocolos, etc.
Exacto. Eso fue un poco teatrillo y además, al ponerte oxígeno, recuperas antes porque, en ese momento y en altitud, el músculo necesita una buena recuperación. El caso es que, en Morzine, les metí unos cuarenta segundos. Fue también una etapa difícil, porque si empiezas con dos minutos y luego tienes esos ataques, tienes que estar orgulloso de ganar. Nadie te ha permitido nada. En Morzine, ganó también en su momento Arroyo y ganó luego Fabio Parra, el año que hizo tercero en el Tour. Desde luego, es un sitio donde, para ganar, tienes que ser muy bueno, muy buen escalador…
Después de tres victorias en tres Tours seguidos, ahora tendrías ofertas de medio mundo, ¿a ti te ofrecieron algo de fuera de España?
Mira, éramos tantos equipos en España que ya no escuchaba a nadie fuera. Al final no sé si fue un error o qué, pero no tenía necesidad. Tenía ofertas de todos los equipos españoles que corrían el Tour. Por eso, después, me fui a Kelme, que me hizo una buena oferta también. Y Teka era un equipo que era muy grande, demasiado grande, y no tenía muy claros los objetivos. En Teka había varios directores, cada uno tenía su punto de vista y luego el que mandaba era el gerente, Santiago Revuelta, que no estaba a las carreras, pero era el que decidía todo.
¿Por encima de González Linares?
Sí, sí, el que mandaba era Revuelta, o sea, él te decía una cosa por los intereses generales del equipo. Y luego cada director intentaba cumplir lo suyo. No me quejo porque estuve muy a gusto con Linares, pero es que era un equipo de muchos ciclistas. Y bueno, pues di otro paso.
Te vas con Rafa Carrasco
Sí, en el Kelme estaban Vicente Belda, Pepe Recio, Fabio Parra, Iñaki Gastón…
Pero vuelves a quedarte solo un año, ¿hubo algún tipo de desencuentro?
No, simplemente es que me vino Manolo Saiz con otro proyecto. Manolo había sido mi entrenador personal desde el año 1982. También lo era de Melcior Mauri. Empezamos juntos desde que acabé la mili, teníamos una amistad ya importante, él salía de hacer INEF, empezaba a entrenar a gente e implantaba los métodos del atletismo, con pulsómetro siempre en mano, midiendo vatios en las pruebas de esfuerzo, con series a distintas intensidades, fuerza, potencia, resistencia…Trabajábamos como en el atletismo.
¿Él trabajaba ya con Eufemiano Fuentes por entonces?
El entrenador que había creo que era Pascua. Eufemiano Fuentes, creo que sí estuvo con el Seat-Orbea, empezando en aquella época. El caso es que llega 1989, y Manolo, que lo habían echado de la Federación Española, donde era el seleccionador, encuentra un patrocinador que es la ONCE, y me dice: «¡Que lo tenemos!». Yo le acompañé a las a las charlas, porque nadie conocía a Manolo y el equipo lo teníamos que hacer y tuve que encargarme de convencer o de intentar fichar o poner en contacto a muchos corredores para que vinieran el primer año a la ONCE. Para mí, era un proyecto desconocido, pero Manolo erami amigo, mi entrenador, y le eche una mano y nos metimos en esa aventura. Por eso me fui de Kelme.
¿Y a quién convenciste primero?
A Pedro Muñoz, a Celestino Prieto, a Jesús Hernández Úbeda, a Obando…a mecánicos, a masajistas, que yo creía que eran buena gente, buenas personas competentes y les ponía en contacto con Manolo diciéndoles: «Que sí, que esto va para adelante, que yo ya he firmado». A ver, que yo no sabía tampoco en lo que me metía, pero bueno, había que tirar para adelante. Y así nació el equipo de la ONCE.
¿Cómo era Manolo por entonces, tan guerrillero como lo fue después?
Claro, siempre ha sido así: como siempre le ha faltado un Miguel Indurain, tenía que correr a la contra. Los primeros años prácticamente el equipo era español y luego la última parte de la ONCE ya era más internacional, ya manejaban más presupuestos y eran mejores. Mis mejores años en la ONCE fueron los dos primeros, luego, cuando Manolo empezó a conseguir éxitos, ya no se podía hablar con él ni entrar en razones y empezó a deteriorarse nuestra relación personal. Estuve solo tres años por desavenencias en cuanto a calendarios y muchas cosas. Si no, hubiera estado muchos años, piensa que Manolo y yo llevábamos tantos años juntos que él es el padrino de mi hijo, Eduardo, el mediano.
¿1990 es de los mejores años de tu carrera?
Sí, junto a 1983. De hecho, yo creo que mi mejor año, aunque no lo parezca, fue el 83, porque gané siete carreras en solitario, reventando a todos, incluso una que se hacía en el Camp de Morvedre, que era durísima, con la subida de El Garbí. Era capaz de dejar a todos en las subidas y llegar solo… gané la clásica Zaragoza-Sabiñánigo, también, que era de media montaña. Para un corredor como yo, que somos más lentos que el caballo del malo y cada vez que ganamos, tenemos que hacerlo solos, es muy meritorio ganar en un año nueve carreras de entonces. Luego puede que la más importante sea la del 90 por lo que dices, porque gané etapa del Tour, etapa del Giro, porque también acabé entre los diez primeros del Tour… pero es que en el 83 gané la Vuelta a Andalucía también y creo que la Vuelta a La Rioja. Me hizo ver que podía ser buen ciclista. Vi mi rumbo, dije: «Este es el camino».
Volvamos a 1990. Sigues con la ONCE y ya llegan Peio Ruiz Cabestany, Anselmo Fuerte, Marino Lejarreta, Melcior Mauri, que estaba en Reynolds… De repente ese proyecto que me decías tú del 89 con alfileres se convierte en un equipazo
Es que el primer año tuvimos que hacer fuerza para que nos invitaran incluso a la Vuelta a España. No pudimos correr ni Giro ni Tour porque no teníamos puntos. Y en el 90, ya nos abrimos un hueco y disputamos las tres.
Ese año corres las tres grandes seguidas. Yendo carrera por carrera, en la Vuelta, gana Giovanetti. ¿Cómo lo vivisteis? Porque teníais un equipo muy bueno y de repente se os cuela el italiano en una escapada bidón
Sí, fue por el sur, en una etapa muy dura, de media montaña. Pues mira, fue por tácticas de los equipos. Se hizo una fuga donde iba Giovanetti y no quiso tirar la ONCE porque tampoco tiraban los otros. No se pusieron de acuerdo y al final cogió una ventaja que luego ya no se la pudimos quitar.
¿Cómo se quedó Manolo con eso?
Bueno, pues mal, ¿no? Porque sí que es verdad que tampoco había un líder claro para esa Vuelta. Y estas cosas pasan muchas veces en el ciclismo, hay mucha táctica por detrás que no se ve. Es lo que pasó en aquella etapa.
En el Giro, ganas en el Vesubio, también nada más empezar
No corría el Giro desde el 84, que había corrido también la Vuelta. Me acordaba más del 83, porque en el 84 no estaba bien físicamente, tenía anemia. Que Mínguez me obligara a ir a ese Giro fue una de las causas por la que me fui a Reynolds. No tenía que haber ido al Giro porque fue el peor Giro que hice, siempre en la grupeta, y, al estar con anemia, no podía hacer nada. Para mí, volver en 1990 era volver a mis principios. Ese año lo pedí yo voluntario, porque me atraía más que la Vuelta, que siempre me ha costado. La he corrido los catorce años de profesional y nunca he ganado nada.
Curioso, ¿verdad?
Pues sí, porque, en el Giro y en el Tour, siempre que he corrido, si no he ganado, he estado muy cerca. El caso es que quería ir al Giro, pero el Tour era obligatorio porque era el primer año que íbamos como equipo. Así que me tuve que apuntar a las tres grandes vueltas. Y, bueno, cuando llegué el Giro, me acordaba de que había que aprovechar los primeros días por la forma que traes de la Vuelta y porque la última semana vas ya con el gancho, como decimos. Había una etapa que acababa en el Vesubio en la que todo el mundo se estaba marcando un poco y había que salir. En la subida anterior, me escapé con un italiano, Giuliani, de la Jolly, que iban de amarillo fosforito. Quedaban 80 kilómetros y luego el final eran diez kilómetros en el Vesubio. Lo había pasado fatal en la contrarreloj inicial porque tenía las piernas hinchadas y tenía un cierto margen con Bugno, que había ganado el prólogo e iba de líder.
De hecho, estuvo de líder hasta el último día
Sí, desde el primer día hasta el último minuto. Uno de los pocos ciclistas que lo ha conseguido. El caso es que me había sacado 40 segundos, que era una barbaridad para diez kilómetros o por ahí que corrimos ese día. Pero yo no pensaba ni siquiera en eso. Llegamos Giuliani y yo con un minuto abajo del Vesubio, pongo mi ritmo, pensando que, si no, los de atrás nos cogen, y él se me queda. En esas, arranca Bugno por detrás y se lio una importante, que llegó a veintipocos segundos, casi me coge. Recuerdo que era un puerto que no conocíamos, ahí en Nápoles, que nos sonaba del volcán y poco más. No sabía ni que había una carretera… y resulta que tenía tramos de adoquín, la subida. Aquello era desconcertante, porque, claro, en los tramos de adoquín, creo que llevaba un 23 y habría necesitado como mínimo un 25, iba atrancadísimo. Y bueno, pues al final llegué con muy poca ventaja y vi que llegaban todos casi de uno en uno: Bugno, Etxabe, Marino… Madre mía, la que se lio, y eso que era de las primeras etapas.
¿Cómo era ese Bugno de antes de Induráin, por así decirlo?
Es el tío con más clase encima de una bicicleta que he visto en mi vida. A la hora de pedalear ni se movía. Parecía que no hacía fuerza y en la contrarreloj era fantástico. Subía bien y además sentado. ¡Es que además era guapo, también, con unos ojos azules de la hostia! Ese tío lo tenía todo. Era poco hablador, pero era simpático. Era un tío agradable. Es el recuerdo que tengo. Subí al pódium con él del Vesubio, que seguía manteniendo la maglia rosa. Se la pude quitar yo ese día, pero no lo cambio.
Luego hay una crono que, claro, sales tú justo antes que él como segundo de la general y te dobla en nada. Te pasa como una exhalación rosa.
Sí. De todas formas, tengo que decir que en aquella época fue cuando empezó lo de las «cabras» de contrarreloj, que eran muy bajas. Daban muchos problemas en la espalda, porque esas bicis todavía no llevaban ni acoples ni nada, y todas eran muy bajitas de adelante y tenías que agacharte muchísimo, con lo que a mí me pinzaba el nervio ciático. Cuando llevaba media hora de esfuerzo en esa posición, se me dormía la pierna izquierda y al final, claro, perdía el 50% de mi potencial y era cuando me doblaban muchas veces en una crono de hora y pico, que eran, entonces, unos 60 kilómetros. A ver, yo he hecho cronos largas buenas en el Tour. De hecho, le gané a Bugno el sexto puesto en 1990. Lo conseguí en la última crono, una crono muy dura también. Las cabras de ahora son al revés: son muy altas, tienen muchos soportes y no vas tan agachado. Son mucho más saludables, por decirlo de alguna forma, que aquellas de aquella época que a mí me fastidiaron. Me pasó en varias cronos largas de estar luego dos o tres días con unos dolores tremendos en la pierna y con el fisio de la ONCE, Miguel Ángel, que era ciego, moviéndome las vértebras para soltarme el nervio ciático.
Después del Giro, te vas al Tour y lo haces incluso mejor. En Saint-Etienne consigues tu victoria más sorprendente, ¡al sprint en un grupo de élite!
Sí. La verdad es que acabé el Giro ya fundido porque disputamos la Vuelta ayudando al equipo tras un palizón tremendo. En el Giro, lo hicimos también muy bien y llegué a mi casa después de 50 días, cuarenta y tantos de competición, que no podía ni salir a entrenar en bici. Entonces Manolo me dice: «Vete a altitud» y yo le digo: «Mira, llevo dos meses sin ver a mi familia, no me voy a altitud porque voy a acabar rayado de la cabeza. Necesito estar con mi mujer y mis hijos». Y me acuerdo de que fui a salir en bici el primer día que venía del Giro y llegué a la esquina y me di la vuelta. No podía montar en bici, no podía, estaba ido, lo hablé con mi mujer y le dije: «Vamos a hacer las maletas», porque yo tengo casa en Alicante, al lado de Calpe, donde se van ahora todoslos ciclistas a prepararse en invierno. Estuve como quince días durmiendo doce horas. Me daba una vuelta de una hora en bici para entrenar un poco y cuando pasaron quince días ya me había recuperado: hice un entrenamiento muy largo, el Campeonato de España y me fui al Tour. Así es cómo preparé ese Tour, solo con descanso… y al final conseguí mi mejor posición sin renunciar a buscar escapadas. Me acuerdo de que también hice segundo en Ginebra, que me ganó Ghirotto.
Un tipo rapidísimo
Rápido y potente. Llegué con él, pero no tuve casi opciones. Y el día más complicado para ganar fue el que gané, aunque también fue el día que menos trabajo me costó porque no tuve que hacer esfuerzos.
Claro, es que esa etapa de Saint-Etienne es otra etapa decisiva en el Tour: la etapa en la que Chiappucci se deja cuatro minutos y medio con LeMond…
Sí, Chiappucci cogió más de diez minutos en una etapa al inicio del Tour y gestionó muy mal el maillot amarillo. Y ese día, no sé por qué no se percató de la dificultad. Era justo después de un día de descanso y era media montaña. La media fue de 45 kilómetros por hora, quepara ser media montaña era mucha velocidad. Y LeMond vio la oportunidad y pilló descuidado a Chiappucci y a Perico Delgado y se lio parda. Se metió Breukink conmigo, también Hampsten… Y claro, yo ahí fui afilando el cuchillo.
En principio, tu líder era Lejarreta y lo llevabas detrás, no tenías por qué relevar
Claro, Marino iba detrás, con Perico y con Miguel Indurain, que hizo toda la persecución cuando los dos grupitos estaban a 30 segundos, en los últimos 50 kilómetros. Yo iba pensando: «No estoy acostumbrado a esto, pero les tengo que ganar». Habían hecho todos un esfuerzo tremendo, sobre todo LeMond, así que le tenía descartado. Mis rivales eran Breukink, que era muy rápido y corría en el PDM, luego ya lo fichó Manolo para la ONCE y Hampsten, también escalador, pero que tampoco iba dando mucho la cara. El reto era ganar sin ser el más rápido y lo que hice fue arrancar un poco antes, como a trescientos o cuatrocientos metros, y al final gané por un centímetro. Ni yo me creía que pudiese ganar. Sobre todo a Breukink, que era muy rápido.
Cuéntame un poco de cómo era Chiappucci. Le llamaban «El Diablo» y hacía honor al mote.
Sí, sí. Siempre fue un guerrillero. Yo le conocí cuando él empezaba a correr los Giros y siempre fue un atacante nato. Él no se conformaba con ir en el pelotón y además le gustaba disputar la montaña, lo que me venía muy bien, porque cuando él arrancaba para la montaña, yo me iba con él. Él pasaba el premio de montaña y yo luego le decía «vamos», y a este no había que decírselo, era el primero. Entonces nos hicimos muy amigos de ir en fugas en el Giro y siempre me llevaba muy bien con él y me sigo llevando. De hecho, cuando dejé de correr, relativamente joven, en España, los equipos que me querían o podían coger, como me había ido ya, no me dieron otra oportunidad. Entonces, como él estaba en el Carrera italiano, le llamé y le dije: «Oye, ¿cómo están ahí las cosas? Porque yo aquí en España ahora mismo no tengo nada ahí y quizá pueda correr por primera vez en mi vida correr un Giro y un Tour sin correr la Vuelta a España, que ya he tenido catorce oportunidades». Y me dice: «Mira, Eduardo, Carrera está mal, no tienen dinero. Creo que van a dejar el equipo». ¿Me hubiera ido al Carrera? Posiblemente, y más con un amigo como Claudio Chiappucci, pero no quise insistir mucho más.
Todo el mundo dice que ese Tour del 90 pudo haber sido el primero de Induráin si hubiera tenido libertad. ¿Se percibía lo mismo en la carrera?
Ya se le veían detalles de campeón. Subía muy bien, en contrarreloj ya todo el mundo sabía que iba también fenomenal. Y Perico Delgado estaba un poquito más… más maduro. Quizá ya había pasado su plenitud. Y se notaba.
Lo que pasa es que Perico seguía siendo el ídolo de masas
Sí, pero ya aquel día que gané la etapa, si no es por Miguel, Perico pierde cinco minutos porque Miguel le llevó 50 kilómetros a rueda hasta la última subida. Y también otro día camino al Alpe D´Huez. Nos llevó a todos en el falso llano aquel hasta llegar a Bourg D´Oisans, que parecía que íbamos tras moto. Yo decía: «Madre mía, esta mala bestia». Ya habíamos pasado la subida a la Croix de Fer y quedábamos cuatro o así. Subía a unos pasos muy altos y hacía unos trabajos bestiales, y luego llegaba al pie del puerto, se quitaba y ya para otro día. Él subía ya tranquilo.
El año siguiente es tu último en la ONCE y es el año de la Vuelta de Mauri. Me gustaría que me contaras tú mismo qué pasó en esa Vuelta.
Pues saltaron chispas ahí en el equipo, porque la táctica de Manolo no fue buena al no defender al líder. Su baza parecía que era Marino Lejarreta. Sin embargo, Melcior Mauri iba de líder y en las cronos metía mucho tiempo: a Miguel Indurain le metía dos minutos y a Marino, cuatro. Había dos cronos de 50 kilómetros, así que imagínate el tiempo que hay que recuperarle a un corredor así, si no falla un día y pierde diez minutos. Entonces, yendo de líder Melcior, Manolo proponía que Marino arrancase en los finales de etapa en alto y nosotros le decíamos que no, que al líder nunca hay que atacarle desde tu propio equipo, que le tienen que atacar otros. En este caso, el que iba segundo en la general era Indurain, pues tiene que atacar Indurain… y si Marino puede, que se vaya con Indurain, pero nunca que sea el primero. No estábamos de acuerdo con esa táctica y se lo dijimos o se lo dije yo, vaya: que si hay algo que he aprendido desde juvenil es que siempre hay que respetar al compañero que va de líder y apoyarle, no atacarle. De hecho, en el Naranco y alguna otra subida como los Lagos, atacaba Marino y Melcior se soltaba, pero no mucho. Llegaba siempre a veinte o treinta segundos, ¡pero era por culpa nuestra, de nuestro equipo, no de los rivales!
Tenía que ser una situación insoportable…
Llegó un momento que nadie del equipo le hablaba a Manolo. Bueno, no sé si Marino le hablaría. Tuvimos que hacer un pacto con Melcior todos los compañeros y decir: «Mira, tú tranquilo que nosotros, si no te apoya el director, vamos a estar contigo a muerte mientras que estés ahí con el maillot amarillo. Vamos a dar la vida por ti». Y eso pasó. Y cuando llegaron los últimos días, después de salvar toda la montaña, Manolo por fin se dio cuenta de que se había equivocado. Se disculpó, echo alguna lágrima en el autobús y reconoció el error. Pero lo pasamos mal. Se pueden escribir muchas cosas de aquella vuelta de Melcior Mauri. Un corredor, además, que él llevaba entrenando desde juvenil. Le tenía de líder en una Vuelta a España con muchas posibilidades porque subía muy bien y en las cronos arrasaba. No lo entendí nunca.
Eso fue lo que provocó el enfrentamiento con Manolo que decías antes.
Eso fue, sí. Por la intransigencia que mostraba en aquella época. Se puede decir que le daba igual lo que pensaras, que no te escuchaba o, si te escuchaba, hacía lo que le daba la gana o te decía «aquí decido yo». Eso es lo que hacía. Ahí llegamos al límite de la convivencia.
Ese año vuelves a hacer las tres grandes seguidas
Pero esta vez fue obligado, porque yo tenía el deseo de centrarme en el Giro y en el Tour, que era donde veía que sacaba rendimiento y Manolo no me lo concedía, así que tuve que hacer Vuelta y Tour y apuntarme otra vez voluntario al Giro de todos modos.
Y en el Giro, cómo no, ganas otra etapa. Ni más ni menos que en Sestrieres.
Fue un Giro muy peliagudo en el plano interno del equipo, porque prácticamente no me hablaba con Manolo Saiz. Sólo venía a fustigarme, a decir que lo había hecho mal, que no sé qué. Lo pasé fatal.
Pero quedaste entre los diez primeros, además.
Sí, sí, décimo.
Que era el año que estaba intratable Chioccioli
Sí, pero ahí tuvimos un error muy grande, también táctico, porque el día que ganó la etapa en el Mortirolo, en Áprica, se hizo una selección muy grande y estábamos por delante diez corredores. Estaban todos los italianos: Chiappucci, Bugno… y nadie quería tirar a por Chioccioli. Y Manolo dijo: «Tenemos que tirar nosotros». Y yo le decía: «Vale, pero cuando tiren los demás, que vamos diez aquí». Estaba con Marino, creo que también estaba Leonardo Sierra y el resto, ya te digo, italianos. Yo solo no le podía coger a Chioccioli, que iba como una moto, si es que ya nos soltó a todos en el Mortirolo. Además, la zona de Aprica es picando para arriba, que ahí se han hecho muchas gestas en el Giro… y muchas pájaras. Luego, había que subir otro puerto y Aprica dos veces. Y claro, yo me puse allí y le dije: «Si no tiramos, tienen que pasar el Gatorade, que era el equipo de Bugno, y el Carrera, y entre los tres avanzamos y podemos acercarnos». Pero, nada, tuve que tirar y le mantuve en dos minutos, hasta el Valico de Santa Cristina, pero ahí ya reventé y encima Manolo me pedía que no me quedase por la clasificación por equipos, que la estábamos perdiendo. Y es que no se puede sacar un córner y rematar de cabeza, es decir, era una locura tremenda. A ver, él pensaba que Marino, en la última semana, podía estar bien y ganar el Giro. Y yo le decía: «Manolo, hemos corrido la Vuelta y la última semana, por experiencia, tenemos una desventaja muy grande». Al menos, al final gané en Sestrieres, en un circuito en el que me decidí a arrancar y al final pude llegar.
Con dos segundos de ventaja
La etapa más bonita que he ganado, porque estuvieron a punto de cogerme Chioccioli, Chiappucci y Marino, que iba a rueda. Me tuvieron a diez segundos en el último kilómetro y no me llegaron a coger. Una etapa, por cierto, muy bien narrada por Ángel González Ucelay. Manolo Saiz vino a felicitarme y tal y no sé qué. Y luego Marino, como yo, en la última semana estábamos muertos y perdí ocho minutos un día, en uno de los etapones de los Dolomitas. Es que cuando haces el Giro después de la Vuelta ya te sabes la historia de memoria: puedes aguantar, pero partiendo de la base de los demás va mucho mejor que tú, porque es normal. Son veintitantos días menos de carrera que llevan en las piernas.
Luego te vas al Tour y en el Tour también lo haces bastante bien y de hecho estás entre los mejores en otra de las etapas míticas de aquellos años, que fue la de Val Louron
Esa etapa la afronté para intentar ganarla. Yo ya me escapé con Pensec en el Aubisque, que se subía por el Soulor. Lo que pasa es que en el Tourmalet se debió de liar una parda, Pensec se quedó atrás y yo seguí, seguí… y cuando quedaban dos kilómetros, veo que me pasan como una locomotora LeMond, Bugno, Chiappucci, Miguel y Fignon. Quedaba todavía tela. Me soltaron un poco en el último kilómetro, porque yo venía ya tocado de toda la fuga y tal, bajando enlacé, pero ya no estaba Miguel. Había arrancado y Chiappucci también acababa de irse detrás de él. Yo me dije: «Aquí ya no doy ni un relevo más». Se veía que LeMond iba cruzado aquel día, no iba, no iba, no iba… incluso le tiró un coche porque iba como grogui. Luego, se le fue Bugno por delante en el Aspin, se le fue Fignon… y yo dije: «Mi cartucho está gastado, voy a llegar como pueda en este grupo con LeMond» y estuvimos hasta el final. Luc Leblanc iba de líder y llegó incluso más atrás. Fíjate que hice sexto en la etapa y eso que llegué a seis minutos. Hubo unas minutadas ese día… Los demás, yo no sé a cuánto llegaron: a diez, quince, veinte minutos… gente que andaba mucho. como Perico, y además haciendo puesto, porque el decimoquinto perdió a lo mejor veinte minutos…
¿Cómo era LeMond en el trato personal?
Trajo unas costumbres diferentes: venía con la familia para convivir con ellos durante el Tour, a su mujer y a sus hijos, para no estar tan aislado del entorno familiar, cosa que nunca se hacía por tradición. Era un corredor muy bueno, vamos, muy fuerte también, muy completo. Subía muy bien, era muy buen contrarrelojista…
Y muy listo, también, ¿no?
Sí, hubo años que corrió sin equipo y también pudo ganar. Tuvo la mala suerte de que le pegaran aquel tiro que le partió por la mitad sus posibilidades de haber ganado dos Tours más, por lo menos. Yo creo que hubiera sido otro corredor de época, pero ese accidente le provocó estar dos años fuera de la competición y cuando volvió no tenía equipo. Corría, como tú dices, de forma muy inteligente, porque no tenía a nadie que le arropara como equipo, estaba muy solo.
Después de esos dos años maravillosos, lo normal es que cuando te quieres ir de la ONCE por los problemas con Manolo tengas buenas ofertas. Pero te vas al Artiach. Explícame eso, por favor.
No tenía ofertas de equipos grandes, no. Tampoco lo intenté mucho. Con Banesto hablé, pero ya había estado y no. Entonces, apareció por ahí Artiach por pura coincidencia. El director general de la empresa era el de Tabacalera Española, y Artiach era una de las muchas empresas del grupo. Tenía un amigo aquí en Pozuelo, que es el quiosquero, amigo mío de toda la vida y me dice: «Oye, que conozco al director general y quiere hablar contigo». Tuvimos una charla y yo le dije: «Hombre, vuestro equipo es pequeño. Si corremos la Vuelta solo, yo ya la he corrido muchas veces y nunca he hecho nada. No sé si os interesa que yo esté aquí o no». Me dijo: «No, no hay problema», y fue la única vez, además, que firmé por dos años, porque siempre había ido firmando de año en año. La idea era correr un Giro o un Tour, aunque el Tour era más difícil. En cualquier caso, esa era la intención firme del equipo y me hicieron muy buen contrato.
Teníais una mezcla de veteranos y noveles, que diría aquel…
Pues sí, los veteranos éramos José Luis Laguía, Alfonso Gutiérrez y yo, que nos conocíamos muy bien… y el resto eran chicos muy jóvenes, pero muy buenos: estaban Dani Clavero y Álvaro González de Galdeano, en su primer año de profesional. Fue toda una aventura. Lo que pasa es que aquel año acusé los esfuerzos que había hecho corriendo las tres vueltas dos años seguidos y además tuvimos muchos problemas con el material. Llevábamos una marca de bicis que era Mendiz, que se encargaba de la fabricación y no ajustó bien el tren trasero, no estaba bien soldado y se nos iban las ruedas a un lado, no iban rectas y eso nos provocaba unos dolores de espalda tremendos. Hasta que no solucionamos eso, pasó media temporada. Alfonso Gutiérrez casi tuvo que dejar de montar en bici, porque su bici, que la diseñó él, porque es ingeniero de minas, era la que peor iba. La rueda de atrás pasaba a dos centímetros de la de delante cuando cruzabas un charco. Una barbaridad. Lo solucionamos después de la Vuelta a España, que fue horrible. Lo pasé fatal, porque no estaba acostumbrado a que el equipo tuviera tanta exigencia conmigo. Psicológicamente, fue muy duro. Además, Paco Giner, que era el director, me decía que la etapa del Tourmalet y Luz Ardiden era uno de mis días, que tenía que estar delante. Y yo no iba. Por el tema de las bicis o por lo que fuera. No tuve una Vuelta nada agradable y encima muy presionado. Sin embargo, ya el año siguiente, cogimos una marca italiana de bicis, Rossin, apostamos por ir al Giro, me moví con contactos italianos…
Y además hiciste un buen Giro
Hice un buen Giro, sí, andaba muy bien. Ya en la Vuelta a Murcia hice muy buenas cronos y me sentí muy bien allí. De hecho, en el Campeonato de España ya del año anterior, cuando las bicis empezaron a ir bien, empezamos a remontar el vuelo todos. Es que hicimos muy mal año, sí, pero también tuvimos ese problema. Yo lo acuso, en mi caso, a que posiblemente estuviera cansado, pero también las bicis te hacían que no rindieras porque te entraba un dolor en la zona lumbar del lado con el que intentabas enderezar la bici y cuando ibas subiendo era como si se te clavase un puñal en esa parte. Eso nunca me había pasado. Cada día ibas impedido para forzar. Y en el Giro la verdad es que disfruté. No gané etapa, pero hice dos grandes escapadas, una muy larga para la galería porque estaba Paco Giner muy nervioso, que no se nos veía y tal… yo le explicaba que esas no eran etapas para moverse, porque se llegaba al sprint, pero ya en una de ellas, había una zona dura a mitad de etapa y me escapé y fui dos horas escapado y me cogieron a falta de diez o quince kilómetros después de un esfuerzo tremendo. Por lo menos, ahí hicimos publicidad (Risas). Luego, estuve atacando en otra de media montaña y en los Dolomitas también estuve en la etapa más dura en fuga, con Franco Vona, por el Pordoi y la Marmolada. Lo que pasa es que también fue un día para la general y al final en la Marmolada, en el Passo Fedaia, nos cogió el grupo y se acabó la aventura… pero disfruté de nuevo.
Cuando debutaste en el Giro del 81, los españoles erais unos bichos raros. ¿Cómo fue volver en 1993 y ver que el patrón era ni más ni menos que un español, Miguel Induráin?
Pues ya lo veía venir porque ya en el Tour le vi la exhibición que hizo en Val Louron. Era un orgullo ver cómo, no sin dificultad porque no estaba tan en forma, ganaba la carrera.
Ugrumov le puso en apuros en Oropa
Es que él no hacía el Giro con una preparación al cien por cien. Lo hacía más pensando en el Tour, quizá, y a veces, algún día de montaña, le hacían sufrir, pero era un orgullo. De hecho, ese día que iba escapado con Franco Vona, su equipo fue el que nos neutralizó. A ver, él era español, pero lo entiendo, porque a él también le estaban atacando. Entonces, ese tiempo que puedes obtener entre puerto y puerto no te lo conceden y ya te lo ponen muy difícil.
Te voy a hacer una pregunta obligatoria para toda vuestra generación, los que destacan en los ochenta: el hecho de que lleguen los 90 y llegue la revolución de la EPO, que aparece por todos lados y provoca que los ritmos crezcan tantísimo, ¿cómo lo vivís? El punto de «coño, pero si a este le llevo ganando fácil toda la vida y ahora…»
Eso a mí me pasó rozando. Sabíamos que era algo que hacía que se muriera la gente y teníamos un poco de miedo, porque al final el exceso de glóbulos rojos te podía provocar un paro cardiaco. Yo creo que esa fue una época horrible y no solo para el ciclismo. El ciclismo quiso autorregularse y fue imposible. En todos los deportes pasó lo mismo. Afectó mucho a los rendimientos. No se podía detectar qué era. Se convirtió en una carrera de médicos, al fin y al cabo. Yo dejé de correr justo cuando todo eso empezaba… de lo cual me alegro, porque yo creo que esa época ha sido un sinvivir para los propios deportistas. Sobre todo, en ciclismo. ¿Por qué? Pues porque empezaron a controlar el hematocrito, que era un error, porque si alguien tiene un hematocrito natural de 50, no le afecta casi, pero yo, que corría casi con anemias, con 40 y tantos, si me dejas llegar a 50, soy capitán general. Me das una ventaja brutal.
Eso se decía de Santi Blanco, que tenía el hematocrito muy alto y que no se dopaba porque no le proporcionaba ninguna ventaja, no tenía sentido.
Lo del hematocrito fue una cosa que no era ni justa ni normal, y que empleó sólo el ciclismo. Ningún deporte entró en esa dinámica y hubo que esperar como diez años hasta que las entidades y autoridades competentes invirtieran en investigación para detectar la EPO. Y ahí se acabó el problema. A todo esto, vivimos toda la época de Armstrong y demás y de todo el rollo este que nos echó tierra encima, al tiempo que éramos los que más dimos la cara para intentar controlarlo, porque al final es un tema de organismos internacionales, de la AMA, de la UCI, de los gobiernos de cada país… España, por ejemplo, iba en el furgón de cola en cuanto a legislación. Todo el mundo venía aquí a prepararse, por eso luego surge la Operación Puerto, el no se qué… Madre mía, yo ya comentaba ciclismo y…
Tenía que resultarte complicado explicar algunas cosas
Claro, pero yo sabía lo que estaba pasando y alguna vez dije: «No hay que criticar tanto y a veces hay que ponerse en la piel del profesional». Tú sabes que todo el entorno se está poniendo EPO y es tu trabajo y si no te la pones, te echan a la calle porque llegas el último todos los días. Entonces, ¿tú qué harías? Yo la pregunta la lanzo al aire: ¿Entras en el círculo o te vas a tu casa? Ahí, cada uno tiene una solución. A mí no me tocó vivir eso, pero yo no sé qué hubiera hecho. Posiblemente, hubiera tenido que entrar en ese círculo. No lo sé. Es que, si no, tienes que dejar el ciclismo.
Se habla de excepciones, como Gilles Dellion. También se dice que nunca tomó nada.
Bueno, eso no me lo creo… Porque, a ver, fisiológicamente tener un litro más de sangre, o sea, tener un millón más de glóbulos rojos es un 20% más de rendimiento. Si los que son como tú, que están en un 1% de diferencia, resulta que van un 20% por delante… una de dos, o te pones como ellos o te vas a casa. Es que no es un 1% la mejora. El tener más glóbulos rojos te hace que el cansancio, la acidez, cuando enfocas una subida, si al primer kilómetro te duelen las piernas, tardas dos kilómetros en que te duela y cuando acaba, te recuperas un minuto o dos antes de lo normal. Entonces, eso, en un deporte como el ciclismo o como el fútbol, el baloncesto o cualquiera de los de arrancar y parar todo el rato es una bestialidad. No se puede competir contra esas cantidades extra de glóbulos rojos, porque son deportes de resistencia, pero también de un esfuerzo básico. Entonces, claro… O lo dejas o te metes.
Lo que tú decías al principio del Giro aquel que corres con anemia. Si luego llegas al hotel, coge fulanito, te pone una vía y te recuperas del todo, la cosa cambia por completo.
Es que todas estas cosas son ni buenas ni malas del todo. Es decir, si tú, para curarte una carencia que tienes, te sirves de eso, no pasa nada. Otra cosa es que lo hagas para ir por delante de tu organismo, de tu nivel basal, que es lo que nunca se ha intentado controlar. A ver, la EPO no es un estimulante, pero claro que hace que vayas con otro motor, ¿no? Es que era muy, muy, muy importante lo que estaba pasando hasta que se pudo detectar. Luego, ya se acabó ese tema. Fíjate que cada control de EPO, en su tiempo, no sé si habrá bajado, valía como en torno a cuatrocientos euros… y se hacían un montón. Eso lo pagan los equipos. Todo el sistema de control en el ciclismo está muy estructurado y hay muchísimos controles por sorpresa en casa, entrenando, en las carreras… Es un dineral que lo gestiona la UCI, porque al final todo eso lo pagan los equipos. Y me parece que hoy el ciclismo está muy bien en ese sentido porque tiene ese control, aunque siempre habrá el que vaya más al límite, claro.
Dopaje ha habido siempre, no sé por qué a veces nos escandalizamos tanto o nos ponemos a la defensiva: desde los años veinte, hasta Coppi o Anquetil, que decía que no se podía ganar con pan y agua.
O en los primeros Juegos Olímpicos de la época de los griegos, que se tomaban sangre de toro porque decían que era estimulante. Claro que hay cosas que te pueden ayudar, pero para eso hay también una raya donde te ponen lo prohibido y lo no prohibido que tienes que intentar acercarte y no pasarla. Yo creo que ha habido dos partes: pongamos unos diez años, en los que o te metías en esa dinámica o lo dejabas. Y luego ya, cuando se empezó a detectar, que quedó como cosa de tramposos, del que se quiere saltar la norma o hacerse autotransfusiones aunque estén prohibidas, que también se hacían ya en la época de Armstrong. Eso ya es un tema de carácter personal, hasta dónde cada uno está dispuesto a llegar. Pero está claro que la trampa hay que evitarla, porque hay que correr en las mismas condiciones. Todos, claro. Yo, los Tours de Armstrong que ganó en las mismas condiciones que los demás se los daría a Armstrong, ¿porqué quitárselos? Nunca ha habido una prueba fehaciente de su dopaje, no más que el resto, y al final los podios han quedado vacíos. Me parece algo hipócrita, pero bueno, ya pasó, ya se detectó… Ahora, habrá otras cosas que no se detecten, pero que a lo mejor no influyan tanto como aquella época. Y va a ser una carrera toda la vida. Unos se adelantan y los otros intentan alcanzarles. Pasa en todos los deportes: si lo comparamos con la Fórmula Uno, te limitan los motores y luego tienes que alterar el alerón para poder mantener esa ventaja y es un poco todo así. Nos ponen una norma y todo el mundo llega hasta el límite. Al que lo pasa, le sancionan y ya está.
¿Recuerdas que hubiera un momento concreto, una carrera o una etapa o algo que dijeras: «Mira, hasta aquí, lo dejo?»
El peor día de mi carrera fue esa etapa que te he contado de la Vuelta a España, con Artiach, que acababa en Luz Ardiden. Me vi tan frustrado que no me retiré porque era la Vuelta a España. Y luego Paco Giner vino a decir que al año siguiente el equipo no iba a salir, que íbamos muy mal todos. Yo había hecho milagros para no retirarme porque no me veía en condiciones. Esa presión casi me mata. Mira, fíjate que he pasado una enfermedad muy grave y nunca he estado tan deprimido como ese día. Lo he pasado muy mal y ha sido muy agónico, sobre todo en el periodo de autotransfusión de médula, pero nunca me deprimí como aquel día. Siempre he ido hacia adelante, hacia adelante. Aquel día lo pasé muy mal.
¿Y eso es lo que te empuja a decir adiós la siguiente temporada?
Bueno, luego recuperé un poco, por la salud o por el tema de las bicis, no lo sé. Cada uno llega a su límite y hay veces que llegas, como digo yo, llegas a Alpe D´Huez y no es más duro que los demás puertos, pero llegas tan mal porque has subido de cero a mil y cuando llegas al pie de puerto dices: «Madre mía, esto es lo peor». Y mi límite fue ese año.
¿Cómo surgió lo de hacerte comentarista? Estuviste mucho tiempo con José María García…
Sí, empecé al año siguiente de retirarme. En 1994, fui a la Vuelta a España con EFE Radio, chavales jóvenes que hacíamos la retransmisión de la etapa y ellos vendían la señal a otras radios locales que no tenían gente ahí. Y me gustó. Y ahí estaba Luis Ocaña comentando ya con José María García, y yo hablaba todos los días con mi ídolo. Lo tenía ahí al lado para hablar con él. Al acabar esa Vuelta, se suicidó. Me dejó desangelado. Fue un palo tremendo porque había estado con él en la Vuelta y ahí fue cuando me llamó José María García personalmente a casa y me dijo que si quería comentar ya el Giro de Italia con la COPE y estuve diez años con él hasta que lo dejó en Onda Cero. Fue de la COPE a Onda Cero y al final acabó fuera de Onda Cero por sus temas. Luego seguí con Javier Ares y ya me llamó Eurosport, hace más de quince años, posiblemente.
¿Cómo era trabajar con él? Hablamosde un momento en el que todavía estaba en apogeo.
Era una máquina informativa, no paraba de trabajar. Lo que más le gustaba del deporte era el ciclismo. Al único evento al que iba era a la Vuelta a España.
Me acuerdo de que tenía una emisora en cada uno de los coches de los directores deportivos y conectaba con ellos en medio de la carrera
Yo aprendí mucho con él, con Agustín Castellote, con Ucelay, con Javier Herranz, que todavía siguen y entonces eran muy jovencitos. García hacía reuniones en la Vuelta como si fuera un equipo ciclista y, con respecto a lo de las emisoras, decía: «Yo quiero que el espectador esté dentro de la carrera, que oiga lo que se oye en carrera, las tácticas de los directores, que podamos hablar con ellos…». Y claro, como antes no había móviles en esa época, pues tenía que ser a base de emisoras. Aparte, era muy generoso. El hacía regalos de sus patrocinadores. No era un tema exactamente económico, sino cheques de El Corte Inglés y todo el mundo estaba contento. Había gente, equipos, que no querían ponerlos. Luego era muy difícil hablar porque tenías muy poco tiempo. Siempre te daba diez segunditos, porque éramos muchos y él quería que todo el mundo hablara. Y a lo mejor había veces que, entre sus ayudantes y tal, en las cronos éramos veinte. Estaba incluso el piloto del helicóptero, Javier García Prieto.
Con un coste tremendo, supongo
Todo ese despliegue costaba una millonada para aquella época. Claro, luego lo repercutía en publicidad y sacaba el doble. Y trabajaba como el que más. Yo muchas veces le veía en la Vuelta a España haciendo la Vuelta todo el día, la etapa desde las 10:00, boletines de 15 o 20 minutos desde las habitaciones, desde los hoteles… Luego, el directo, y los fines de semana, el Tiempo de Juego. Yo le veía desde la mañana, a eso de las diez, que estaba ya en danza y cuando entraba en su programa, a hacer el resumen de la etapa, era la una y media y todavía estaba ahí. Era incombustible. Le encantaba la Vuelta y era el primero que lo daba todo.
¿Cómo fue el salto a Eurosport?
Pues me llamó Fernando Ruiz, que es el director nuestro aquí en España y empecé a colaborar. Por entonces, el equipo que hacíamos el ciclismo éramos Antonio Alix y yo, básicamente.
Que enseguida demostrasteis muy buena química…
Sí, bueno, al principio teníamos dos puntos de vista muy diferentes. Por ejemplo, nos peleábamos muchas veces por temas de dopaje, porque es lo que hemos hablado antes, que yo entiendo más al profesional y Antonio decía: «Si yo me encuentro un dopado, me cambio de mesa». Hombre, que tampoco ha matado a nadie. Todo esto salía en antena y yo alucinaba. Las hemos tenido muy buenas, pero soy muy amigo de Antonio, pese a nuestros puntos de vista distintos en algunas cosas. Y, bueno, Eurosport ha ido creciendo, lo absorbió Discovery y ahora creo que es de la Warner, todo el bloque. Tenemos una cantidad de avances tecnológicos tremendos. Podemos comentar desde casa. De hecho, lo he estado haciendo mucho tiempo porque no he podido salir hasta que me he recuperado. Ha cambiado muchísimo en los últimos años, para bien, y, sobre todo, cada vez damos más ciclismo, incluso cinco etapas o carreras distintas en un mismo día. El equipo de ciclismo también ha crecido muchísimo: ahora somos como ocho en el equipo, con jóvenes talentos como Marta Álvarez, que es una chica muy joven que narra el ciclismo, la primera narradora. Y en las Vueltas, está Alberto Contador, también Javier Ares, que hemos vuelto a coincidir. La verdad es que el equipo de comentaristas expertos que tiene el ciclismo es muy bueno y da gusto. No siempre coincidimos, vamos cambiando. Está muy bien, la verdad.
Agustín Castellote Albert Stofberg Alberto Contador Alberto Fernández Alfonso Gutiérrez Alpe d´Huez Álvaro González de Galdeano Álvaro Pino AMA Amaya Ángel Arroyo Ángel González Ucelay Annemiek Van Vleuten Anquetil Anselmo Fuerte Antonio Alix Armstrong Artiach Aspin Aubisque Barcala Bernard Hinault Bourg D´Oisans Breukink Briançon Bugno Cabrero Camarillo Camp de Morvedre Caritoux Carlos Rodríguez carrera Celestino Prieto Chioccioli CLAS clásica de Lieja Claudio Chiappucci Col de Vars Coppi Croix de Fer Dani Clavero Dauphiné David Etxeberría Dolomitas Eddy Merckx El Garbí Enric Mas epo Erwin Nijboer Eufemiano Fuentes Eugenio Herrán Evenepoel Fabio Parra Faustino Rupérez Fernando Ruiz Fignon Franco Vona Gatorade Ghirotto Gianni Bugno Gilles Dellion Giovanetti Giro de Italia Giuliani González Linares Greg LeMond Hampsten Iñaki Gastón Izoard Javier Ares Javier García Prieto Javier Mínguez Jean-François Bernard Jesús Hernández Úbeda Jesús Rodríguez Magro Jesús Suárez Cuevas Jolly José Luis Laguía José Manuel Fuente José María García José Miguel Echávarri Joux Plane Juan Ayuso Juan Fernández Kas Kelme La Casera Monteverde Leonardo Sierra López Cerrón Luc Leblanc Luis León Sánchez Luis Ocaña Luz Ardiden Marino Lejarreta Marmolada Marta Álvarez Matthew Hermans Melcior Mauri Mendiz miguel indurain Miguel Mari Lasa Milán-San Remo Moliner-Vereco Mortirolo Morzine Moser Mottet Movistar Naranco ONCE Oosterbosch Operación Puerto Oropa Paco Giner París-Niza Passo Fedaia PDM pedro delgado Pedro Muñoz Peio Ruíz Cabestany Peña Ciclista Laudelino Hernández Pepe Recio Pogačar Pordoi Prudhomme Rafa Carrasco Regis Clerc Reimund Dietzen Reynolds Reynolds-Banesto Roche Rodríguez Magro Roger de Vlaeminck Roglic Rossin Ruta del Sol Santi Blanco Santiago Revuelta Saronni Sarrapio Schepers Sean Kelly Seat-Orbea Soulor Teka Terni-Vasto Thevenet Tirreno-Adriático Tomás Nistal Torriani Toshiba Tour de Flandes Tour de Francia Tour de Lombardía Tour del Porvenir Tourmalet Tres Valles Varesinos Trofeo Iberdrola UCI Ugrumov Val Louron Valverde Van Aert Vicente Belda Vingegaard Vuelta a Andalucía Vuelta a España Vuelta a la Comunidad Valenciana Vuelta a La Rioja Vuelta a las Tres Provincias Vuelta a Levante Vuelta a Mallorca Zaragoza-Sabiñánigo Zimmerman Zor Zor-BH